La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El teleférico, el talismán perdido
La ventana
ESPECIAL predilección, como no podía ser de otra manera, sentía Paco de Lucía por Sevilla y ahora Sevilla le corresponde con una exposición que, principalmente, se sustenta en el cariño y en la admiración a partes muy parecidas. Digamos que es el punto de arranque de una nueva Bienal de Flamenco y la muestra que se expone en el convento de Santa Clara llega preñada de sensibilidad y buen gusto. Sensible y con muy buen son se maneja por la vida Juan José Téllez, ese gran conocedor de los arcanos gaditas que tan bien le ha cogido el aire a Sevilla. Conocí a Paco a mediados de los setenta con ocasión de un intimismo que improvisó en Río Grande cuando iba de la mano de Jesús Quintero. Y viendo lo que se expone en el dormitorio del cenobio no me queda más que revivir vivencias y extasiarme ante esas manos que, perpetuadas en bronce, viven para siempre.
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