Techo de cristal parcheado

Parece que Sevilla tuviera un techo de cristal, que no la dejara crecer, mejorar

Desde hace años tengo la sensación que Sevilla tiene techo de cristal. Expresión que se utiliza para referirse a situaciones de personas o colectivos que no mejoran sin una causa aparente. Es la traducción del término anglosajón glass ceiling, que denomina un fenómeno que parece no tener causas claras, pero cuyo resultado es cuantificable, evidente y real. Para las ciencias sociales tal techo es un muro invisible pero infranqueable, de procedimientos, estructuras, relaciones de poder, creencias, etc., que dificulta el despliegue de las capacidades. Un claro ejemplo está en los obstáculos que encuentran en la vida laboral las mujeres que les impiden mejorar en muchos casos y llegar a puestos de alta responsabilidad. Esta barrera es más significativa y más difícil de romper, porque no está constituida de dispositivos sociales establecidos, códigos o normas visibles, sino que está construida sobre la base de rasgos sociológicos que por su invisibilidad no son fáciles de detectar. Ahora vemos a las futbolistas españolas campeonas del mundo golpear con todas sus fuerzas contra ese techo de cristal con el trofeo obtenido con tanto esfuerzo. Es una oportunidad única y lo saben.

Como decía, creo que este análisis puede ser aplicado a nuestra ciudad. Parece que Sevilla tuviera también ese techo de cristal, que no la dejara crecer, mejorar, explotar sus posibilidades. Algunos podrán pensar que son los entramados de tradiciones, ciertos estereotipos en la manera de ejercer el poder en las instituciones locales tanto públicas como privadas, el predominio de sentimientos afectivos sobre la racionalidad y una fuerte autolimitación. Puede ser todo eso y nada de eso, pero percibo que cuando la ciudad está a punto de romper los niveles alcanzados en alguna actividad, ese techo de cristal actúa a modo de barrera que no nos deja subir y desarrollar todo el potencial que tenemos. Pero además tengo la impresión de que mientras colectivos e individualidades se afanan en romper ese techo, otros tantos se ocupan en parchearlo para que no ceda. Y el resultado es un cielo opacado como el que se ve en algunas viejas casas patio, con la montera sucia y con cristales rotos y parches de plásticos pegados con cinta aislante para que no se llueva.

Esta sensación de gran chapuza me salta a la cara, por ejemplo, en el asunto del Teatro Lope de Vega. Me da igual las causas y motivos, el resultado es que el teatro está cerrado. No sé si es problema de gestión o mantenimiento y si tiene que ver con las dudas sobre el Festival de Cine. Increíble. Pero no tanto si nos damos una vuelta por allí. Todo el entorno esta falto de cuidado y atención. Como edificio y como espacio escénico merecen otro trato por todos nosotros y más como parte del Pabellón de Sevilla de la Exposición del 29, cuyo centenario nos cuentan que vamos a aprovechar para relanzar la imagen de Sevilla en todos los órdenes. Buen objetivo, si conseguimos una ciudad en la que la chapuza no exista.

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