¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Empalagados de andalucismo
SUÁREZ (ese santo laico al que hasta Sánchez invoca cuando vienen mal dadas) se cargó o privatizó la prensa escrita pública , la llamada durante el franquismo “del Movimiento”. Aquello se vio, con razón, como una medida democratizadora. Pero la jugada no fue completa: el apodado Chuletón de Ávila se guardó en la manga el as más poderosos de todos, RTVE, que usó sin rubor alguno según sus intereses y los de su partido. Exactamente igual que el resto de presidentes de la Democracia, exceptuando, quizás, a Zapatero. Hace muy bien Feijóo a negarse a debatir con Sánchez en TVE, portavoz propagandístico del sanchismo en estos últimos cuatro años y territorio minado para todo aquel político ajeno al imperio progresista. El problema es si el líder popular tendrá el coraje de cambiar la manipulación gubernamental del ente público una vez llegue al poder. Mucho nos tememos que no. RTVE, como cualquier radiotelevisión, es una herramienta sumamente útil para la creación de opinión pública o, diciéndolo a la antigua, el adoctrinamiento de las masas, incluso en estos tiempos de pérdida de peso de las TV. Digamos que tiene la maldición de Susana la de los viejos. Demasiado deseada.
Veamos el caso de Canal Sur. Exceptuando los años de la llamada pinza, a mediados de los noventa, la RTVA ha sido la voz de su amo. En el centroderecha andaluz las opiniones al respecto se movían entre su eliminación o su drástica reducción. Nada de esto ha ocurrido con la llegada de Juanma Moreno a la presidencia de la Junta de Andalucía. Canal Sur sigue siendo una herramienta de control político y manipulación periodística al servicio del partido de turno. Ahora, incluso, se han superado las altísimas cotas alcanzadas durante los cuarenta años de socialismo andaluz.
El gran problema de la libertad de información en España y Andalucía no son los medios de comunicación privados, como afirmaba Pablo Iglesias y ahora defiende Pedro Sánchez en un claro ejercicio de trumpismo de izquierdas o leninismo posmoderno. Es más, estos son pilares fundamentales de la democracia. El gran problema son unos medios públicos que, pagados con el dinero de todos, se ponen al servicio de los intereses del partido en el poder. ¿Tiene esto solución? Ejemplos hay de que sí. No volveremos con la consabida cantinela de la BBC u otras experiencias europeas, pero es hora ya de que los ciudadanos contemos con medios públicos plurales y de calidad. Solo hace falta voluntad política.
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