La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Demasiados niñatos en la política
Leo en este diario: "La Policía Nacional ha detenido a un grupo de cuatro personas de nacionalidad cubana que formaban un grupo coordinado e itinerante de carteristas dedicado a robar a viajeros en los autobuses de Tussam aprovechando las horas de mayor afluencia en el transporte público para robar carteras y teléfonos móviles a personas mayores". Y la noticia me suena a cosa vieja. A tranvías traqueteantes que dejaban ver los adoquines entre los listones de su suelo de madera y anuncios de coñac, aguardiente, pastillas para la tos u hojas de afeitar Palmera. A autobuses azules Leyland Royal Tiger con su felino en el morro o Pegaso con su caballo alado, asientos reservados para caballeros mutilados, curvados techos blancos y brillantes con pequeñas bombillitas redondas, cartelitos que prohibían escupir en el suelo por razones de higiene o hablar con el conductor, cobrador sentado en su elevado púlpito de la parte trasera mojándose el dedo con una redonda esponjita humedecida para despachar los pequeños billetes rectangulares que los más previsores doblaban en muchos pliegues para meterlos bajo el anillo y tenerlos disponibles cuando pasaba -clic, clic- el revisor perforándolos con sus pinzitas. A película de Pepe Isbert o Antonio Ozores en blanco y negro o a película de Tony Leblanc y Conchita Velasco en Technicolor. Al psschhhh del compresor de aire que abría y cerraba las puertas. A camisa tantas veces sudada que el olor había adquirido una solera que cosquilleaba en la nariz, pies que con razón se llamaban quesos y esa variedad de aromas que la sabiduría popular sintetizó en "olor a humanidad"; todo agravado, que no aliviado, por tufos de Tulipán Negro, Varón Dandy o Floïd (dicho sea con todo respeto por quien usó Floïd cuando se afeitaba por devoción a su etiqueta con carita de maniquí antiguo masajeada y su perfume que recuperaba tantos tiempos perdidos como la magdalena de la tía Leontine). A cuando a los ladrones se les llamaba amigos de lo ajeno, rateros, carteristas, descuideros o cacos y en el Tío Vivo se publicaban las historietas del Caco Bonifacio y su amigo Pancracio.
Todo esto se me vino a la cabeza al leer que los autobuses siguen siendo escenario de robos. Quizás sea porque los cacos son de esa Cuba en la que aún circulan los viejos y hermosos Chevrolet, Pontiac y Cadillac americanos que dan a la revolución un aire Corleone.
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