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Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

Treinta años de una panacea irreal

Ha demostrado el tiempo que la llegada de las sociedades anónimas arregló poco

Han pasado ya treinta años y parece que fue ayer cuando se hacía oficial lo que muchos augures de medio pelo concebían como la panacea que iba a salvar definitivamente al fútbol. El 1 de julio de 1992, todos los clubes profesionales tenían que convertirse en sociedades anónimas deportivas y lo cierto es que muchos lo consiguieron a duras penas, sobre la campana algunos y hasta hubo quien lo logró mediante ingeniería financiera.

Establecido un capital social en relación con la deuda acumulada, hubo clubes que lo suscribieron en un abrir y cerrar de ojos, mientras que otros lo consiguieron de milagro. Paralelamente, la situación discriminatoria con cuatro clubes que lograron permanecer como sociedad deportiva y lo cierto es que el pueblo llano nunca terminó de comprender el motivo por el que Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna seguían siendo de sus socios.

Y se dieron situaciones variopintas para que apareciesen personajes que lustraron el listado de presidentes omnímodos que fueron cayendo aunque mucho después de lo deseable. Jesús Gil fue el prototipo del nuevo orden, pero Manuel Ruiz de Lopera y Augusto César Lendoiro no se quedaban atrás a la hora de brillar como personajes irrepetibles que acapararon mucho foco y una cantidad inmensa de cuota periodística, pero que acabaron como acabaron.

Han pasado treinta años y aquel salvavidas que fue el segundo Plan de Saneamiento no sería de extrañar que reapareciese más pronto que tarde. La panacea de las sociedades anónimas no era real y lo peor de todo es que el fútbol actual tiene unas fugas económicas que son inasumibles. La peor de todas es que aquel circuito cerrado por el que el dinero del fútbol no salía de él tiene demasiados salideros en forma de comisiones lícitas y otras no tanto. En fin...

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