Baja temeraria

mercedes de pablos

Umbral: la verdad de un farsante

Toda esa parafernalia que lo convirtió en personaje no nubla su valor literario, sus novelas y sus columnas

Dentro de tres días la Seminci de Valladolid estrena Anatomía de un dandy, el documental sobre Francisco Umbral que han dirigido Charli Arnaiz y Alberto Ortega. Ha tenido suerte el escritor porque ambos son veteranos en el cine documental con joyas como Aunque tu no lo sepas y Un país en Labordeta, que no cometen la tremenda injusticia de ser hagiográficos. Convertir una investigación en película no es tarea menuda: hay reportajes, claro, documentales aseados y correctos, pero lograr esa fascinación que sólo tiene el cine para contar historias y hacerlo desde la realidad es subir unos ocho mil vestidos de boy scouts. Toda una hazaña.

¿Fue Umbral una estrella fugaz de un tiempo concreto y, tal como los periódicos viejos amarillean y hasta se rasgan, ha perdido fuerza y valor su figura? Ni mucho menos: oímos en esta película muchas voces respetadas hablando de Umbral, pero sobre todo es el propio Umbral el que se cuenta, ese niño de provincias, sin padre, que llegó al Madrid de la literatura porque quiso ser parte de ese parnaso. Lo logró con creces. Dandy lo llaman Charli y Alberto. Un Oscar Wilde pasado por Warhol. Un Valle Inclán con mejor cuenta corriente. Un Baroja que cultivó su imagen como el mejor orfebre. El hombre que despreciaba los premios que no le daban y a la RAE hasta que tuvo su sillón. Pero toda esa parafernalia que lo convirtió en personaje no nubla, ahora que el tiempo ejerce del juez más implacable, su valor literario, sus novelas y sus incomparables columnas. De Umbral se ha escrito tanto como el escribió de todos, manga ancha en sus famosas negritas, de marquesas, de tonadilleras, de sindicalistas, de banqueros o de rockeros: La movida como invento de Umbral, Madrid como el mejor invento del hombre que quiso ser Larra.

Aquella movida fue efímera ¿Ha ocurrido lo mismo con Umbral? El documental no es nostálgico sino rabiosamente reivindicativo, redescubridor, indagador en el alma doliente de un buen novelista y un eficacísimo y elegante showman. "Soy un farsante" dice, impecable, de negro, los pies en alto, el foulard perfectamente anudado, mirando a cámara. "Era tan celoso de su imagen que cuando fui a verle al hospital, decrecido y flaco, me di la vuelta para que no viera que le veía", dice David Gistau. Y el espectador siente que con Umbral y Gistau hemos perdido esas voces disonantes sin las que la partitura no llega a ser música. "Paco se acuesta cada noche con España" bromea Lola Flores, hablando de su mujer, y es la esposa del escritor seguramente el testimonio más íntimo y valiente, la testigo del hombre que se crecía en la fama pero que dejó escrito que murió el día que murió su hijo Pincho. Los heridos de muerte son libres y, por tanto, afortunadamente peligrosos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios