La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Pedro, sé fuerte
Cuchillo sin filo
PEPITA Barbero tenía tres años y nunca más volvió a ver a su padre. Emilio Barbero Muñoz, interventor de ferrocarriles, fue fusilado el 10 de agosto de 1936 en el cortijo de Hernán Cebolla ante el mismo pelotón que acabó con la vida de Blas Infante. Sigue viviendo en la misma casa de la calle Jamaica de Heliópolis de la que se llevaron a su padre, militante de Unión Republicana, uno de los catorce concejales del Ayuntamiento de Sevilla fusilados. Su madre, la viuda de Emilio Barbero, sacó adelante a su familia convirtiendo la casa en pensión de huéspedes y con sus trabajos de costurera.
Conocí a Pepita Barbero en 2011, cuando se cumplían 75 años del asesinato de su padre. El historiador Juan Ortiz Villalba me puso en la pista y el encuentro fortuito con uno de los nueve hijos de Pepita me llevó hasta su casa de Heliópolis, uno de los antiguos hotelitos construidos para la Exposición de 1929. Gracias a ella pude conocer a José Utrera Molina, a quien la Diputación Provincial de Sevilla le acaba de retirar la medalla de la provincia que le entregó en 1979. Fue el propio ministro de Franco, gobernador civil en los años sesenta de Ciudad Real, Burgos y Sevilla, quien se puso en contacto conmigo para devolverle la gratitud que Pepita Barbero mostró en aquella entrevista.
La hija del interventor de ferrocarriles me contó las duras vicisitudes de una infancia sin padre, de una madre trabajando en plan estajanovista, del estigma de criar a su propia familia como hija de republicano fusilado. Pepita tuvo nueve hijos, nunca consiguió el certificado de defunción de su padre, ni las bonificaciones de familia numerosa. Pudo conservar la casa de la que se llevaron a su padre gracias a la gestión que realizó en Madrid ante el ministro de Vivienda. "No quiero morirme", me decía el día que la conocí, "sin darle las gracias a Utrera Molina". Fue esa frase la que me permitió conocer por teléfono al político malagueño que en abril cumplirá 90 años y visitarlo en su casa de Nerja.
Tiene razón Manuel Alcántara, decano de los columnistas, amigo de Garci, Aldecoa y Neruda, letrista de Mayte Martín, cuando en el prólogo del libro del ex ministro Sin cambiar de bandera escribe: "¡Cómo tendrían que revisar sus opiniones sobre ese hombre si algunos de los que hablan de Utrera Molina conocieran a Pepe Utrera!".
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