Vacaciones en Sevilla

Ya casi no disfrutamos de la ciudad. Organicemos el tiempo y recuperemos la capacidad de mirar

Cada vez más personas escogen Sevilla para pasar unas vacaciones. Muchos son extranjeros, pero muchísimos son españoles. Y vienen en todas las épocas del año. Ya hay meses que tenemos más visitantes que en primavera, a pesar del buen tiempo y del atractivo de nuestra manera de celebrar la Semana Santa y la Feria. Por algo será. Y me pregunto: ¿qué nos estamos perdiendo como sevillanos si nos sorprende que vengan tantas personas a gozar de aquello que hasta hace poco era sólo para nosotros? Como el salón comedor de las casas de antes que siempre estaba cerrado y solo abríamos para las visitas o en ciertas ocasiones. Bastaba que la ciudad se acicalara un par de meses al año, cuando venían los de fuera para enseñarles Sevilla, que además en nada se parecía al día a día, a la agrisada realidad de nuestra forma de vivir cotidiana. Esa es una imagen de otros tiempos que afortunadamente ya no existe ¿alguien lo duda?

Hace unas semanas tuve que recoger a unos amigos de fuera que venían a dar unas conferencias y que se habían hospedado en un hotel en la Plaza de la Alianza. Ya conocían Sevilla de sus tiempos universitarios, pero habían organizado su viaje para tener un par de días libres y visitar de nuevo el Archivo de Indias, la Iglesia de la Caridad y las ruinas de Itálica. Para no hacerles esperar, llegué con tiempo a la plaza y me senté en una mesa libre cerca de la muralla del Alcázar. Era media tarde, las otras mesas estaban llenas de personas que además de hablar entre ellos, miraban a la plaza, con una sonrisa de agrado. Y entonces caí en la cuenta de que tenía casi media hora por delante para disfrutar de un rato de vacaciones en Sevilla. Y me sentó estupendamente, mitad recordando otros ratos vividos en la plaza, cuando en la pared del retablo del cristo de la Misericordia de Santa Cruz solo había una frondosa buganvilla y también pensando en que podía repetir ese momento de disfrute a poco que supiera mirar a mi alrededor y organizar las tareas del día. Podía quedar para comer al final de San Luis en lugar de cerca de la Plaza Nueva y disponer de un rato para visitar la basílica de la Macarena y e ir caminando a la cita atravesando el Mercado de la Feria y la calle Relator. Y recuperar un rato de convivencia trianera en el Mercado de San Gonzalo, que allí está para el que lo quiera disfrutar. O en los comercios de la calle Afán de Ribera, cerca de las calles Hernán Ruiz y Manuel de Falla ¿No les suenan? Pues están en Sevilla y en lo más castizo, en el Cerro.

Si algo nos ha enseñado la pandemia es que las rutinas se pueden cambiar. Ya casi no disfrutamos de la ciudad. Organicemos nuestro tiempo y recuperemos la capacidad de mirar, que requiere intención y en muchas ocasiones deseo y placer. Decía el poeta que debemos cuidar nuestro presente, porque en el viviremos el resto de nuestra vida. Practiquemos la capacidad de dedicar al menos unos minutos cada día a estar de vacaciones en Sevilla. Creo que está a nuestro alcance.

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