Clara Zamora Meca

Profesora de Historia del Arte

Vogue, 1990

Eran jóvenes, fuertes, valientes y se imponían con su imponente aspecto físico

En 1990, la cantante y compositora estadounidense Madonna lanzó un sencillo titulado Vogue. En él, invitaba al oyente, como forma de evasión ante una vida decepcionante, a fantasear con ser una estrella. La pista de baile, una danza individual que ya estaba plenamente instaurada gracias a la música disco, era el escenario mágico propuesto para encontrar la máxima ambición, la ansiada belleza, afirmando así que cualquiera podía llegar allí a ser "a beauty queen" (una bella reina). El término fue utilizado en femenino, lo que evidencia que eran sólo ellas las destinatarias del mensaje. Actitud, baile libre, humor y, sobre todo, poses ("strike a pose") para terminar siendo, en una íntima fantasía, imagen de una portada de revista de moda. La canción percibía sin filtros el devenir de lo que ocurriría en aquella década que despuntaba, y que cerraría un siglo y un milenio.

En 1990, la revista Vogue, en su edición británica, acudía al fotógrafo Peter Lindbergh para resolver la portada del mes de enero. Querían sorprender con algo importante para inaugurar un año tan absoluto. Así fue cómo se gestó la famosa cubierta, en la que aparecen cinco de las que después se alzarían en las míticas topmodels. Unas bellísimas Naomi Campbell, Linda Evangelista, Tatjana Patitz, Christy Turlington y Cindy Crawford abrían paso con aquella imagen a una nueva concepción del universo femenino.

Ambas expresiones (la canción pop y la fotografía), en el mismo momento, exaltaban a mujeres desafiantes que miraban al espectador retándolo. Eran jóvenes, fuertes, carecían de miedo y se imponían con su imponente aspecto físico. Las segundas descorcharían el tiempo de aquellas diosas, que tocaron el olimpo de los deseos, de la fama y del éxito más inimaginable. La fotografía que marcó una nueva era -y que es considerada legendaria desde un punto de vista social- es un retrato de cinco mujeres que tienen éxito en su belleza, en su juventud y en su libertad.

Con un aceptable consenso, se considera que la pintura más importante del siglo XX es la titulada Les demoiselles D'Avignon. Picasso advirtió con esa tela que la realidad del siglo XX nada tenía que ver con la del XIX. La conciencia histórica del pintor español y el designio de su acto renovador definieron, en sus inicios, el discurrir de todo un siglo. La estética contemporánea, a partir de esta obra, ha desplegado su trama en todas las manifestaciones creativas y psicológicas. La analogía entre la fotografía que inauguró el ascenso de las modelos y la pintura más importante del siglo XX no es gratuita. Unas son diosas, otras prostitutas, pero la actitud y cierta perspectiva en su composición es comparable. La pintura abrió el mil novecientos; la instantánea lo cerró. Entonces, ¿tenemos ya perspectiva para juzgar ese siglo? Digamos que se puso el sol y la sala quedó en silencio. Sonó la música y un foco iluminó una fotografía inmensa impresa en una portada de revista. Una sola palabra: Vogue. Aquello fue el canto de cisne de cien años. Lo demás es presente.

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