La aldaba

Carlos Navarro Antolín

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El acierto del alcalde Oseluí

La Semana Santa no es la Tomatina de Buñol, exige medidas muy particulares por sus especiales características La ruta del colesterol y la orilla de los cachivaches Un puyazo al pagar un desayuno en la Avenida

José Luis Sanz.

José Luis Sanz. / M. G. (Sevilla)

La Alcaldía de Sevilla es un potro de tortura, mucho más que la de Madrid según algunos de los que se han sentado en ese despacho con hermosas vistas a la Avenida sin sombra. Por eso es conveniente de vez en cuando practicarle un ad calorem al alcalde de la ciudad, siempre que reúna los méritos suficientes. El ad calorem es un rito que se practica en el Vaticano unas pocas horas después de la ceremonia de creación de los nuevos cardenales. Los purpurados se distribuyen por los palacios vaticanos y otras estancias nobles y se forman colas para felicitarlos y darles ánimos en su nueva etapa. En el éxito y el reconocimiento oficiales se siente soledad y frío en contra de lo que muchísimos pudieran imaginar. Por eso conviene dar "calor" a los recién nombrados.

¡Calor para Oseluí! Sobre todo porque ha acertado al mantener los criterios de seguridad aplicados en los últimos años en la Semana Santa. No como se lo hemos dicho reiteradamente desde las páginas de este periódico tras la experiencia de cinco madrugadas rotas, sino porque se lo han recomendado los altos mandos de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. La Semana Santa de Sevilla tiene unas características singularísimas, no es ni la Feria ni la Tomatina de Buñol. Mucho cuidado con los populismos. La herida de la Madrugada no parece ni haber empezado a cicatrizar. Se necesita tiempo. Conviene ser cautos, porque hay muchísimo en juego. El alcalde ha acertado como al dar el paso atrás (prudente) con el cobro de la visita turística a la Plaza de España o al anunciar ya que se retrasará la inauguración de la iluminación de la próxima Navidad para descongestionar de público un centro que esos días vivirá una procesión insólita con las grandes devociones de la ciudad y la provincia. Y, por cierto, acertó al opinar a favor del cartel de Salustiano con toda naturalidad y libertad. Acertó también al reinstaurar el premio taurino sin maquillajes ni absurdos equilibrios buenistas. Y acierta al asegurar, por ejemplo, que él no hubiera cambiado el nombre del Hospital Militar, una decisión promovida por el gobierno amigo de la Junta. 

¿Los resbalones? Son de sobra conocidos. Y algunos han sido por bisoñez. Hoy toca un ad calorem. Se aproxima la primera Semana Santa del alcalde con ruido de reivindicaciones en la Policía Local. La Navidad evidenció que padecemos la Sevilla de los excesos, como ocurre en otras grandes capitales en el contexto de un mundo globalizado. La primavera es un desafío para el gobierno local. Toda tensión es poca. Se gobierna con la cabeza, no con medidas populistas. El alcohol es una amenaza en una Semana Santa difícil de controlar porque no se celebra en un recinto acotado como la Feria. 

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