Nadie la vio llorar cuando su compañero de toda la vida cayó fulminado ante el atril semanasantero de Talavera de la Reina. Y es que por la ventana azul de sus ojos, la vida se debería ver con optimismo y sin pliegues donde esconder ningún tipo de recelo. El domingo me despertaron con una de esas noticias que nunca debieran producirse, pues, aunque se esperaba, el asidero de la esperanza lo creíamos más sólido de lo que luego fue. La noticia es que se nos había ido la muy querida Concha Mejías, la viuda de mi entrañable hermano Manolo Ramírez, que fue uno de los mayores ejemplos de solidaridad y vocación de servicio que tuvimos el gozo de vivir. Andex, Costaleros de un Cristo vivo o Asnadis fueron burladeros desde donde defendió la ayuda a todo el que la necesitaba. Y desde ya duerme junto a Manolo en su querida Constantina, de donde nunca se sintió alejada.