El agua más deseada en Semana Santa

Qué sería de la Semana Santa sin las tabernas donde se abastecen los aguaores para saciar la sed del costalero

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Jarrillos de lata.
Jarrillos de lata. / Juan Carlos Vázquez

14 de abril 2025 - 04:00

Solo queremos estos días el agua de los cántaros de Lebrija, donde por cierto cada vez hay menos alfareros. Solo queremos el agua de los jarrillos con ese aroma a aguardiente que repelen los monaguillos cuando piden beber y no hay más opción que la del aguaó. Hermosas son las cántaras que todavía usan algunas cuadrillas, mucho mejores que los bidones de plástico. Cántaras que son rellenadas en las tabernas, en la fuente del Patio de los Naranjos o en esas casas particulares que mantienen la tradición de estar al servicio de las cofradías. Qué belleza la de algunas cartas que se envían cada año:“Nuestra casa estará para atender a cualquier miembro del cortejo indispuesto, quedarnos con un cirio roto, dar agua a nazarenos o costaleros o responder a cualquier otra necesidad”. Hay todo un género epistolar antes de Semana Santa del que se habla poco porque queda en la intimidad, sobre todo entre hermandades que se avisan para que las puertas de los templos se abran en caso de lluvia. No queremos más agua que la que sacia la sed de los costaleros o humedece las flores recién puestas en los pasos de palio. Agua disfrutada en jarrillos de lata, que en ocasiones llevan hasta el escudo de la hermandad, pues es propio de cofradías exquisitas cuidar de esos detalles que suelen pasar inadvertidos. Agua fresca que vivifica. Solo el que lo ha experimentado sabe cómo sienta un jarrillo de agua en el nazareno veterano que acaba de cruzar un puente o de meterse en una calle estrecha después de haber estado al sol.

Agua proporcionada por los taberneros que con su generosidad también hacen la Semana Santa. ¿Qué sería de la Semana Santa sin las tabernas? Sin nazarenos no hay Semana Santa... ¿Y sin bares? Son lugares de los que salir restaurados, como si fueran el IAPH del público de a pie. El agua tomada del jarrillo levanta el alma, eleva el ánimo y ayuda a seguir en el palo. Agua bebida por los costaleros en sorbos cortos y rápidos, que la parada es breve y ya suena el primer golpe del martillo. Y cuando arríe el paso... ¡Aguaó! Y otra vez el rito de dar de beber al sediento. A los aguaores no les dejan pasar por los palcos de la plaza. Nunca hemos entendido semejante discriminación cuando en muchos casos son hermanos de la cofradía. ¿A quién le molestan los aguaores o el señor de la escalera? El que porta la cántara es fundamental para la cuadrilla. Ya todos estos auxiliares se les obliga abandonar la cofradía en la esquina del Laredo y reincorporarse en la Avenida. El agua es vida. También en Semana Santa.

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