Alegres jacarandas

21 de mayo 2025 - 03:08

Si no hay día sin su afán, tampoco hay día sin su queja y sin su quejicoso oficial u oficioso. Por eso hay quien ahora se queja de ellas porque ensucian y pringan las aceras y los vehículos aparcados al raso. Pero ahí están, de copas floridas, las moradas jacarandas de Sevilla. Si el paso del tiempo nos tiñe y destiñe, al menos uno se consuela con saber que de año en año, siquiera por unos días, el amarillo tanatórico de la tez da paso al tónico de la alegría gracias al morado jubiloso de las jacarandas.

En la primavera tardía uno vuelve a sus recurrentes asuntos con la confianza de que la repetición o la mera rutina existencial sean un signo de sabiduría (no sé si lo dijo Wittgenstein o algún que otro docto asiduo a la peluquería de Manolo Melado). Aún así, año tras año uno se repite al escribir, pero sin lograr sapiencia ni esclarecimiento alguno. Poco importa. Cuando llega mayo, uno se debe a la columna dedicada a las jacarandas. Ahí están, floridas y democráticas, lo mismo por las Naves del Barranco, por las plazuelas del Barrio León, en la glorieta Juan de Austria, por la Buhaira, en Virgen de Luján donde el jardincillo de Pepe Da Rosa... Incluso se ven animosas y joviales por arterias feorras pero ya entrañables. Pienso en Ramón y Cajal. Y pienso, por supuesto, en Luis Montoto, la otrora calle Oriente que ya no existe y que nos sugiere la idea a lo Italo Calvino de que quizá vivimos en una ciudad imaginada y que somos seres imaginarios más allá del pago del IBI.

El morado de la jacaranda me lleva al bello morado Quinta Angustia y a sus hermanos y señoros de un alcanfor inimitable. Pienso también en el morado de los comuneros y en el morado del 8-M. Piensa uno también en los insondables lienzos morados de Rothko en la Capilla Houston y hasta en el precioso morado futbolero de la Fiorentina o del Real Valladolid. En Psicología se asocia el morado lo mismo a la calma que al ansia de poder (no piensen necesariamente en el morado podemita del “maltratador” Pablo Iglesias). En El simbolismo de los colores, Frédéric Portal recuerda que para el cristianismo Jesucristo se despoja del rojo y el azul, propios de su naturaleza humana (signos de amor y sabiduría), y se hace divino con Dios Padre a través del morado, asociado también a su Pasión.

En los parterres de la antigua Fábrica de Tabacos hay ejemplares rarísimos de jacarandas de blancas floraciones. No crean que padecen de acromatopsia (imposibilidad de distinguir los colores). Existir existen, sí. Pero uno prefiere esos copones morados que dan su crisol a la ciudad real o tal vez imaginada (IBI aparte).

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