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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Más allá de los Goya y de los grandes hitos

Ahora todo consiste en posicionarnos tras un siglo XX en el que evolucionamos a golpe de exposición

Hagan memoria. Cuántas veces han oído eso de que Sevilla no puede evolucionar a golpe de exposición, sea iberoamericana o universal. Nos reprochan que en el siglo XX sólo crecimos en dos momentos gracias a las inversiones del Estado. Primero Alfonso XIII y después Felipe González. En el fondo nos tiran de la oreja, nos consideran flojos que no progresamos si en Madrid no existe una voluntad de que tengamos mejores infraestructuras, crezcamos hacia el Sur (1929) o desarrollemos terrenos que eran un páramo (la Cartuja en 1992). Nos han leído la cartilla con la necesidad de cambiar el modelo productivo tantas veces como con la obligación de promover un desarrollo integral que no esté vinculado a acontecimientos extraordinarios. Alejandro Rojas-Marcos nos quiso meter y nos metió en la carrera olímpica y el fruto fueron premios de consolación como el Mundial de Atletismo y otras citas de interés. Nos dieron después dos veces la final de la Copa Davis, una en 2004 y otra en 2011, con Monteseirín y Zoido de alcaldes, respectivamente. Pero los presupuestos del Estado y de la Junta nos fueron orillando poco a poco. Todavía debemos hacernos perdonar el AVE, todavía andamos en nuestra particular penitencia, todavía penamos nuestra cuaresma de ayunos en las vigilias de los presupuestos. Ahora nos alegramos de acoger los premios Goya, el nuevo sonajero, el nuevo mantra. Y por fortuna ya no tenemos que entrar en ningún nuevo siglo. Esa tarea le corresponderá a otra generación. Lo nuestro ahora es posicionarnos. No se trata simplemente de que un gobernante deje la ciudad mejor de lo que la encontró, sino de captar acontecimientos y nuevos hitos que nos reporten una publicidad que nos saldría carísima si no fuera porque nos han concedido el honor de ser la sede. De posicionarnos, claro. Todo eso está muy bien pero no excluye la obligación principal: hacer una ciudad más acogedora, con servicios que funcionen, con una red de Metro de verdad y con una comunicación por tren entre el Aeropuerto y Santa Justa. Que los taxistas no abandonen las paradas porque juegan el Sevilla o el Betis. Que los árboles no se caigan. Que la ciudad no se colapse con la primera lluvia. Que el patrimonio histórico no sea maltratado con el visto bueno de las instancias oficiales. Que los tramos peatonales sean eso: para los viandantes. Que los negocios locales no tengan que cerrar por falta de alternativas. Todo esto genera pocas fotos y ningún foco. Será por eso que no nos "posiciona". Pero nos ayudaría a vivir sencillamente mejor. Y sin necesidad de exposiciones. El lenguaje, ese humo que siempre nos envuelve y nos confunde. Como el incienso.

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