¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Ni un andaluz sin su bar

Los bares son los espacios más democráticos que existen, “transversales e inclusivos”, como diría Juanma

Uno de los muchos bares que hay en Andalucía.

Uno de los muchos bares que hay en Andalucía. / MG

UN escalofrío recorrió la redacción cuando llegó la noticia: más de 4.000 andaluces, la totalidad localizados en Almería, Granada y alguno en Huelva, viven en un municipio sin bares. Si algo nos ha dejado claro la pandemia y la consiguiente estabulación de los españoles en sus domicilios es que amamos y necesitamos los bares. Da igual que en muchos casos sean locales incómodos, mal climatizados tanto en invierno como en verano, y con decoraciones que varían entre una sacristía de pueblo y un vestuario de tercera división. Da igual, los amamos incondicionalmente, como se quieren a las novias feas y a los chuchos callejeros. Tanto que no sabemos muy bien por qué los santos padres de la Constitución no incluyeron en sus páginas el derecho de todos los españoles a disponer de un bar en la esquina de su manzana. ¿No pusieron el derecho a la vivienda, que es igual de quimérico? “Ni un español sin su bar” hubiese sido un bonito lema para el referéndum del 6 de diciembre de 1978.

La política que mejor comprendió el amor de los españoles a los bares fue Ayuso. Consiguió convencer a los madrileños que sus libertades se jugaban en la barra y que el “Gobierno Bolivariano” quería privarlos del espacio más democrático que existe, ese parlamento etílico en el que todos nos sentimos un poco tribunos. Los anglosajones tienen sus clubs de debates para enseñar a los jóvenes el noble y ciceroniano arte de la oratoria; los españoles, sin embargo, tenemos los bares, mezcla de la Academia de Atenas y del ambiente hormigueante de los cuadros de Brueghel. Ya lo escribió Nicolás Guillén, que como buen cubano era un español por triplicado: “Amo los bares y tabernas/ junto al mar,/ donde la gente charla y bebe/ sólo por beber y charlar”. No existe mejor definición del paraíso.

Ahora, en Sevilla, el gremio de los taberneros empieza a amenazar con una huelga para protestar por una inflación que, según ellos, está poniendo a muchos negocios al borde de la bancarrota. Sería un auténtico problema, aún mayor que el paro del transporte que asoma en el horizonte o el apagón de internet que anunciaba el otro día en la prensa una especialista ceniza. Juanma debería reaccionar y asegurar que cuando acabe la legislatura no habrá ni un andaluz sin su bar. Al fin y al cabo, los bares son como el andalucismo en el que él dice que cree, “transversales e inclusivos”. ¿Para cuándo su día autonómico? Queremos saber, monsieur presidente.

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