El anochecer de la clase media

El resultado siempre es el mismo, las desigualdades entre países se amplían

Hace unos días leí un artículo con este título en un periódico centroamericano. La idea expuesta, en síntesis, era que, crisis tras crisis, la corrupción y el egoísmo de la clase dominante, generación tras generación, abortaba los esfuerzos de una incipiente clase media, que seguía luchando por encontrar un lugar en el paraíso de un liberalismo desbocado, que no los protege ni los considera la mejor garantía de futuro de sus propios países. Y que los dirigentes, uno tras otro, los defraudaban, al no afrontar el problema de las tremendas desigualdades sociales. Y aunque el escrito no mencionaba a Europa, es evidente que también entre nosotros la igualdad es la víctima de las sucesivas crisis que nos han golpeado y de las que vendrán. El camino de la igualdad, gran objetivo y piedra angular del proyecto europeo, es ocasionalmente bombardeado por enemigos externos, como ya ocurrió con la crisis del petróleo de los años setenta, después con la crisis financiera de hace unos años y ahora con las epidemias. A la vez, los puentes que salvan las diferencias de las clases sociales están siendo minados desde dentro, cuando no por nuestros socios europeos. Las manifestaciones displicentes de algunos dirigentes actuales de países del centro y norte de Europa contrastan con los recuerdos de mis viajes de juventud a los países nórdicos, donde pude darme cuenta de que el camarero de un bar o la dependienta de un gran almacén te atendían conscientes de que prestaban un servicio y que mañana ellos podían ser los clientes en tu despacho profesional. Pude así identificar a la amplia clase media que igualaba y cohesionaba a los europeos y deseé que formáramos parte de ese proyecto. Ahora se vislumbran cambios a peor. Ya no me afectará demasiado, pero sí a mis hijos y nietos. Y me preocupa.

Desde Andalucía y desde España creo que el tema se ve con claridad. Nunca hemos querido más que los demás ni ser región de apoyo preferente ni un Estado intervenido. No nos conocen. Somos un pueblo orgulloso. Pero cada vez que sucede algo que no hemos buscado, crisis financiera o crisis sanitaria, por ejemplo, oímos reproches de que los países y regiones del Sur no somos fiables. El resultado siempre es el mismo, las desigualdades entre comunidades, países y grupos sociales se amplían. ¿Por qué tengo la sensación de que es ahí donde nos quieren mantener? El patio de recreo de unos y otros. Además, nos dicen que debemos modernizarnos y ser austeros. Y lo afirman analistas, doctos catedráticos y expertos que seguramente nunca han tenido que pagar a fin de mes las nóminas del equipo de trabajo de una pequeña empresa. Ahora hay que ser sostenible. Bien. Pues que nos muestren el camino para resolver la sostenibilidad y mejorar la igualdad y converger hacia un proyecto solidario, primero en España y luego en Europa, o los dos a la vez. Pero sin teorías, con el ejemplo de creación de empresas, puestos de trabajo, patentes y otros bienes y corriendo riesgos con su patrimonio y su futuro.

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