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La anomalía europea

En ningún país de Europa ocurre lo que en España: que los movimientos separatistas sostengan al Gobierno central

En toda Europa hay movimientos secesionistas. Todos conocemos los casos más sonados -Escocia y Flandes, claro está-, pero hay muchos más que no son tan conocidos. En Francia hay un potente movimiento secesionista en Córcega. En Italia, la Liga Norte alentó durante los años 90 la independencia del norte industrial -la Padania-, hasta que refrenó sus impulsos secesionistas y volvió a adaptarse al diseño nacional de la Italia unida de Dante y de Garibaldi. En Holanda, la región de Frisia tiene partidarios de la secesión, como los tiene también la Baviera alemana. Austria tiene un problema con Carintia y Polonia lo tiene con Silesia, aunque estos casos no despiertan grandes simpatías entre la población. Leo que Sicilia tiene también un movimiento separatista que sueña con volver a la época del Reino de las Dos Sicilias, sólo que sin Nápoles (la otra parte del reino borbónico). En fin, hay gente pa tó.

Resumiendo, todos los países de la UE tienen movimientos separatistas (salvo Portugal, que es el único que se salva). Ahora bien, en ninguno de esos países ocurre lo que sí ocurre en España, es decir, que esos movimientos separatistas sostengan con sus votos al gobierno central. Esa curiosa anomalía, que nuestros benditos progresistas aceptan sin pestañear, no se produce en ningún otro país de Europa (y creo que en ningún otro del mundo entero, aunque el gentil señor Google no ha logrado aclarármelo del todo). En cualquier caso, es muy extraño que un gobierno central se sostenga con los votos de los partidos secesionistas que quieren desmembrar el país y destruir su riqueza común. Para aceptar una cosa así, hay que padecer un grave trastorno de la personalidad, o sufrir de megalomanía incurable, o ser un irresponsable morrocotudo al que su país le importa un pimiento, o verse arrastrado por incurables tendencias psicopáticas, o ser un peligroso narcisista con graves problemas de percepción de la realidad, o todo a la vez. Dicho de otro modo, para aceptar una cosa así hay que ser Pedro Sánchez.

Pero aquí estamos, metidos en este berenjenal. Y cada día ocurre algo nuevo que va degradando las instituciones que deberían formar un sólido Estado de Derecho. ¿Espiaron los servicios de inteligencia a algunos líderes separatistas? Muy probablemente, pero lo raro sería que no lo hicieran.

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