¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Un nuevo héroe nacional (quizás a su pesar)
POR lo general, el sector más respetable del reino sigue defendiendo el bipartidismo como la forma más razonable de ejercer la Democracia en España. Puede que tenga razón, pero, como diría el castizo, ese pozo se secó. Produce cierta desazón ver cómo algunos se siguen aferrando al mundo de ayer, ese que saltó por los aires con la crisis de 2008 y la pandemia. Para todos ellos y para nosotros mismos tenemos una malísima noticia: España y el mundo han cambiado y las viejas herramientas ya no sirven. O las cambiamos vía reforma o nos arrastrarán al abismo.
El fin del bipartidismo es evidente. La crisis de los que han sido denominados como “partidos sistémicos” (remedo de lo que en la Restauración fueron los partidos dinásticos) ya no se puede tapar, por mucho que algunos medios se empeñen. Las encuestas nos muestran a un PP incapaz de frenar a Vox, un partido que ya ha dejado claro que tiene intención hegemónica en la derecha y que no piensa convertirse en la tropa auxiliar de los populares, por mucho que Aznar o María Guardiola se pongan faltones. En el otro platillo de la balanza bipartidista, el PSOE ya evidenció en las pasadas elecciones que, para acceder al poder, necesita contar con el apoyo de eso que, bajo el mal nombre de “bloque de progreso”, esconde una miríada de partidos izquierdistas e independentistas con los que la gobernanza se convierte en un infierno, cuando no en una indecencia. Las últimas noticias ya hablan de que el PSOE está pactando con Sumar algún tipo de alianza que le permita en determinadas provincias ser la fuerza más votada. Muy lejos queda aquel PSOE socialdemócrata de Felipe, un tanto arrogante, anticomunista y monarca absoluto en el reino de la izquierda española.
No es extraño que se llore al bipartidismo. Aquella España juancarlista que rendía culto a la Transición y estaba regada abundantemente con fondos europeos ha sido, indudablemente, una belle époque de la historia política del país. Pero el mundo ha girado y se corre el peligro de que a nuestro bipartidismo le ocurra lo mismo que al de la Restauración de los Alfonsos, que se convierta en un sistema vacío incapaz de comprender las transformaciones de la sociedad española y sus verdaderas necesidades y aspiraciones. Buscar fórmulas o crear nuevos partidos de derecha o izquierda para intentar apuntalar el bipartidismo solo conducirá a la frustración. Lo nuevo tendrá que apostar por lo nuevo.
También te puede interesar