Calle Rioja

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Pintar el cielo o tocarlo con las manos

Las hermanas Olózaga, Esperanza y Victoria, se emocionaron al ver a su padre en el libro ’75 aniversario del baloncesto sevillano’ Era un fabricante de muebles, apasionado de este deporte y la pintura El silencio más largo de Jesús Quintero

Esperanza Olózaga señala en la fotografía del libro a su padre en un partido de árbitros contra entrenadores.

Esperanza Olózaga señala en la fotografía del libro a su padre en un partido de árbitros contra entrenadores. / Juan Carlos Vázquez

José Ramón de Olázaga (San Fernando, 1929) era un hombre de múltiples inquietudes. A su muerte, el pasado 12 de febrero, a la edad de 93 años, sus hijas Esperanza María y Victoria empezaron a repartir su legado: un centenar de cuadros, “nunca le gustó estudiar pero le encantaba dibujar”, una parte de ellos donados a Piel de Mariposa, entidad solidaria sin ánimo de lucro; colecciones enteras de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía, que han pasado a integrar el patrimonio de la biblioteca municipal de Bollullos de la Mitación.

Hay recuerdos que son muy difíciles de evaluar y también de repartir como una herencia. Olózaga, porque así figuraba en las fichas técnicas y en las crónicas periodísticas, fue un gran aficionado al baloncesto, deporte que practicó como jugador y sobre todo como árbitro. Como el área del triángulo, la memoria en el baloncesto también se calcula base por altura.

“Mis padres se conocían de vista, pero el flechazo entre los dos surge con el baloncesto, mira si fue importante en su vida”, dice Esperanza Olózaga, la mayor de las dos hijas de José Ramón y Esperanza Siles, sevillana de la calle Hombre de Piedra. Las hijas se emocionaron cuando pocas fechas después de la muerte de su padre lo encontraron en una fotografía del libro 75 aniversario del Baloncesto Sevillano (Sevilla Press), del que son autores Miguel Gallardo, Leonardo Chaves, Antonio Ruiz y Sara Gallardo. “Cuando vi la foto, me puse a llorar como una magdalena”.

La fotografía pertenece a un partido entre árbitros y entrenadores. De pie, Juan Luis Camacho, Manolo Camacho, Claverías, Ferrero, Martín Sánchez-Traver, Antonio Santiago, Olózaga. Agachados: Guzmán, Pepe Vallejo, Manolo Blanco, José María Rodríguez, “que nos daba clase de baloncesto en las Mercedarias de san Vicente” y Agustín Bobo.

El año de la Expo del 29

El árbitro de baloncesto, padre de las hermanas Olózaga, nació en San Fernando el año de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Con seis años llegó su familia a Sevilla. Hijo de un oficial de la Marina que durante la guerra civil permaneció siete meses de arresto domiciliario por haber pertenecido al bando republicano. Muy joven se despertó en él el gusanillo de la zona, las personales y los tiempos muertos. Una paralela de sus avatares laborales: temporero en la Cruzcampo, fallido marino, “lo llamaron del Ferrol pero mi abuelo, muy desengañado con los barcos, dijo que no entraba en su casa ni un botón de ancla más”, y el trabajo definitivo en una empresa de fabricación de muebles de cocina, Meco, con sede primero en la calle Ruiseñor, en Triana, la misma donde residía Saramago cuando venía a Sevilla, y después en una nave industrial de Bellavista.

En la casa familiar han aparecido fotos de su padre jugando al baloncesto en los primeros años cincuenta en el equipo de Artes y Oficios. En la década siguiente ya está con el arbitraje. Una foto de enero de 1965 arbitrando un Firestone Granada-Educación y Descanso Sevilla. Un año después, 26 de febrero de 1966, se casa con Esperanza. Boda en la iglesia de la Concepción, en la Gran Plaza. “El reportaje fotográfico lo hizo un tío mío, Peña, un fotógrafo muy popular que tenía muy cerca el estudio y fue también el padrino de mi bautizo”. Se fueron de luna de miel a Granada. La vida de los Olózaga se mide por febreros. El mes en el que muere su padre (el día del cumpleaños de Sabina). En febrero se casaron, nacieron sus dos hijas, murió el abuelo marino y también fallecen dos tías, Loli y Luisa, hermanas de la madre de Esperanza y Victoria. “Yo nací el 23 de febrero de 1967, regalo de aniversario de boda de mis padres. El 23-F cumplí 14 años. Me cogió en clase de Historia de las Mercedarias haciendo un examen sobre la Revolución Francesa. Nuestra profesora era doña Mari Luz, una monja que después se fue a Guatemala”.

El colegiado Olózaga transmitió la afición a toda su familia. “Mi madre también jugó, pero lo dejó muy pronto. Mi hermana y yo seguimos los pasos de mi padre, no en el arbitraje, sino en la mesa. Yo hacía unas actas preciosas. Eras como el fedatario del partido, el que daba fe de lo que había ocurrido con una letra legible y unos números muy bonitos. Pedía siempre no ir con mi padre, sabía que un día iba a saltar si oía que le decían ‘calvo’ o ‘gafotas’. Y eso que era un árbitro siempre muy ecuánime”.

El patrimonio familiar

El baloncesto ha sido el patrimonio familiar, que les ha rescatado de los recuerdos este libro con tres cuartos de siglo de canastas sevillanas. “Mi hermana lo dejó enseguida, pero yo me he pasado mucho tiempo con el baloncesto. Estudié Derecho, tardé más tiempo que Susana Díaz porque lo dejé y después lo retomé en 2006. Tengo el título de adorno. Mientras estudiaba iba a partidos en los pabellones de Rochelambert o Arquitectura, al minibasket o por los pueblos. He sacado dinero para mis gastos y me he pagado hasta la matrícula de la Facultad con el baloncesto”.

Guarda un recorte de periódico con la crónica de un partido Empresa Nacional Bazán, 61 – Jerez Deportivo, 48 donde destaca la gran actuación del colegiado Olózaga. El árbitro que nació el año de la Exposición de Aníbal González, aunque llegó a esta ciudad cuando estaba a punto de iniciarse la guerra civil. A Esperanza María se le ilumina la cara cuando recuerda esa faceta baloncestista de su progenitor, el cañaílla que se casó con una sevillana. “Eran los tiempos de Brabender, Buscató y Emiliano”. Estas hermanas eran unas heterodoxas en una ciudad dominada por la dualidad balompédica. Casi agnósticas en el templo del dios del fútbol. “Mi ídolo siempre fue Corbalán y de los de ahora me gusta mucho Ricky Rubio”.

El mundo al revés

El Olózaga pintor lo mismo hacía estampas costumbristas que retratos. “A veces se entretenía en hacer copias de Miró o Picasso. Le relajaba mucho. A su muerte, aparecieron muchísimos cuadros por su casa”. Los pintores dibujan el cielo y los baloncestistas lo tocan con las manos. Las dos facetas de un fabricante de cocinas económicas que quiso ser marino y terminó siendo almirante de la cancha.

El 23-F de la Revolución Francesa fue el último curso de Esperanza María en las Mercedarias. Pasó al Instituto Velázquez. Terminó Derecho y trabaja con una marca de perfumería. Su hermana Victoria estudió Esteticista y trabaja en un despacho de abogados. El mundo al revés o el legado de un árbitro inquieto entre lienzos y tableros.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios