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Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Dos calles como dos botos

El periodista Alfredo Valenzuela propone una calle para Pedro Gobeo de Vitoria

Valenzuela, en versión barbudo.

Valenzuela, en versión barbudo. / DS

NO recuerdo bien si he hablado alguna vez en estos Fabios de Alfredo Valenzuela. Periodista histórico de la agencia EFE en Sevilla, es uno de los mejores entrevistadores de la prensa nacional, a la altura del ya desaparecido Fidalgo. La suya es la interviú en corto, a machete, fuera de cualquiera ortodoxia, tanto a escritores de renombre como a personajes periféricos de la cultura y la vida. No se puede hacer una antología seria del periodismo español sin incluir en esta alguna de las dos interviús que Valenzuela le hizo a Pepe Cala, figurante insustituible de la golfemia sevillana (ojo a la próxima aparición de su poesía completa, Fiat Lux, editada por Caín y Abel). En una de estas entrevistas fue cuando Cala le dijo una frase que pide mármol o, al menos, piedra ostionera: “Soy demócrata: un hombre, dos botos de Valverde” (cito de memoria).

El trabajo de Valenzuela ha sido calificado de “corrosivo” por Juan Palomo (¿recuerdan?) y De Prada lo abroncó con un “lamento muchísimo que, entre tantas preguntas, no hayas querido hacerme ninguna sobre mi trabajo [...] Allá tú”. Quizás más hiriente fue José Luis García Martín, que lo calificó como “el gracioso periodista sevillano”. Muchas de las entrevistas de Valenzuela, hombre de un ingenio infinito y natural de Lopera (su adolescencia, 14 años, en tierras de Rochelambert), están recogidas en libros como Leones y camaleones y Entrevistas con los vampiros. Búsquenlo en cualquier librero de viejo o en las profundidades de internet. No se arrepentirán.

El otro día, Valenzuela me escribió para recomendarme un libro: Naufragio y Peregrinación (Crítica), de Pedro Gobeo de Vitoria. Se trata de una de esas alucinantes crónicas de Indias en la que el autor, un sevillano a caballo entre los siglos XVI y XVII, nos narra el accidentado y heroico viaje entre nuestra ciudad y el Perú. Lo increíble es que habíamos perdido la memoria de este libro (el único ejemplar conocido está en una biblioteca alemana, pese a que se imprimió en la calle Sierpes, en casa de Clemente Hidalgo), lo que nos recuerda lo mucho que aún nos queda por rescatar de esa titánica aventura que, con sus luces y sus sombras, fue la conquista y colonización de América.

“Habría que ponerle a Gobeo una calle en Sevilla ¿a quién se lo puedo sugerir?”, me dice Valenzuela. Y a mí, hombre poco ducho en los laberintos municipales, no se me ocurre otro que el alcalde. Así que, señor regidor, que no sea una calle, sino dos (como los botos de Valverde de Pepe Cala), una para Pedro Gobeo de Vitoria y otra para el gran Alfredo Valenzuela, periodista incansable de esta ciudad.

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