La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sánchez entra en los templos cuando quiere
SE le llama Cámara Alta al Senado por su origen histórico y su vinculación tradicional a las élites aristocráticas, en contraposición al Congreso de los Diputados, conocido como Cámara Baja e integrado por los parlamentarios representativos de las clases populares. Para muchos es una reminiscencia del pasado.
Se le llama Cámara Alta, pero en realidad es por antonomasia una cámara baja. Baja en su consideración social porque resulta difícil encontrar una institución más desprestigiada. Baja en productividad porque apenas sirve para una segunda lectura de las leyes, siempre subordinada al Congreso. Baja como órgano de representación de las comunidades autónomas porque los grandes problemas territoriales apenas se debaten en su seno y, desde luego, no se resuelven por sus integrantes.
Y baja, también, por el valor que le conceden los que estarían obligados a defenderlo y enaltecerlo (ponerlo en valor, que diría un cursi). Piensen un momento a quiénes convierten en senadores -salidos de las urnas o designados por los parlamentos autonómicos- los partidos políticos. Salvo excepciones, cada vez más escasas, mandan al Senado a miembros de alguno de estos colectivos: altos cargos regionales que han caído víctimas de la lucha partidista a los que no se quiere dejar "tirados", líderes políticamente amortizados a los que se busca una colocación, dirigentes prejubilados incapaces de buscar un empleo fuera de la política o profesionales de la política en expectativa de mejores destinos. Y muchos encajan en más de una de estas categorías.
Por ejemplo, ¿por qué va a ser senador por la comunidad autónoma andaluza el granadino Francisco Álvarez de la Chica? Pues porque la jefa Susana Díaz necesita darle su cargo de portavoz socialista en el Parlamento andaluz a Mario Jiménez para compensar que lo quita de número dos del partido y aún no puede colocarlo en la ejecutiva federal. Chica ha estado algo más de un año de portavoz, y Jiménez tres meses de senador. Chica ya había sido senador en otro de estos cambalaches del PSOE de Andalucía. No llega al récord del sanluqueño Luis García Garrido, efímero senador de quita y pon. Lo fue tres veces. Tres veces lo pusieron por vicisitudes orgánicas del partido y tres veces lo quitaron por lo mismo.
Es imposible seguir llamando Cámara Alta a una cámara cuyos propios protagonistas le tienen una consideración tan baja.
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