La lluvia en Sevilla

Ellas en la ciudad

"Mucho se ha escrito sobre cómo caminan las mujeres y poco sobre por dónde caminamos", recuerda Reyes Gallegos

Hay un patrimonio cultural que no consta en los catálogos ni es reconocido. Va en el carro de la compra de las damas del bambito -con lo que ahí llevan ofician cada día el milagro de los panes y el pescaíto-, va en lo que relatan a la sombra precaria de una marquesina, está en el café bebío, en las puertas que escamondan con agua y lejía y en las redes invisibles de trajines que tejen en las mañanas de las calles de Sevilla, rumbo a sus recados y de vuelta del ambulatorio. Son ellas, nuestras vecinas, tantas mujeres de extramuros, que toman sintrom o el autobús rumbo al centro para cuidar a mayores o fregar escaleras, oficinas y apartamentos turísticos, que tienen por silla -qué paradoja- un andador. A saber de qué se ríen cuando ríen, ni qué nublo se les mete entre los huesos. Hasta hace poco no ha habido para ellas una mirada limpia de los sesgos de siempre, siendo como son las cariátides -es cansado- de la vida de los barrios.

A mirarlas, escucharlas y a reflexionar en torno a ellas y en su papel en la ciudad nos invita la arquitecta Reyes Gallegos, que hoy inaugura en Sevilla una exposición efímera intitulada #ellasenlaciudad, ambientada por el paisaje sonoro compuesto por Elena Córdoba, y dedicada a las mujeres de Sevilla en sus calles, plazas y mercados de Rochelambert, la barriada del Carmen, la carretera de Carmona, Alcosa, los polígonos Norte o de San Pablo... Escucho a Gallegos hablar del asunto: nuestra atención se ha centrado en lo productivo frente a los trabajos reproductivos, y ello se trasmina en las hechuras de las ciudades. Todo en las ciudades está pensado para llegar a tiempo a la oficina o para alojar al turista, no tanto para sostener a quienes nos sostienen. "Algunas se bajan por las tardes a charlar un rato a los asientos de las paradas del Tussam, porque no tienen otro sitio donde sentarse", me cuenta Gallegos. La composición de los entornos urbanos de la periferia obrera -bloques de pisos, asfaltos recalentados y colonizados por coches…- no tiene en cuenta dónde van ni de dónde proceden estas mujeres, a qué dedican los sesenta minutos de sus horas, cómo se recrean ni qué necesitan. A pesar de ello son ellas -diríase que en resistencia, a pesar de los pesares- las que urden con sus idas y venidas, sus encuentros, intercambios y presencia, una manera de habitar las calles. Transitan en no pocos casos espacios de desolación, carreteras como brechas, octavos sin ascensor. El urbanismo no es solo una manera de organizar las ciudades, sino los vínculos, las maneras de relacionarnos.

Dice Reyes Gallegos que dice Rebecca Solnit: "Mucho se ha escrito sobre cómo caminan las mujeres y poco sobre por dónde caminamos". Preguntarse por ello, aquí y ahora, transforma la mirada y, tras de ella, las cosas.

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