Cuatro goles de Nayim

16 de abril 2025 - 03:09

Mañana es su cumpleaños pero mi afán con estas líneas es aguarle la fiesta. Nick Hornby nació tres semanas antes que yo y es como un hermano siamés en la forma de entender el fútbol. Nuestros destinos han ido desarrollándose a una cierta distancia, como dos líneas paralelas en el tiempo y en la afición, hasta que un día como hoy, víspera de que apague la tarta con sus 68 velas, se tenían que cruzar. No conozco a nadie tan futbolero como Nick Hornby en su libro Fiebre en las gradas. Cada uno de los 75 capítulos es un partido de fútbol, la mayoría jugados por el equipo de sus amores y sus dolores, el Arsenal que hoy visita el paseo de la Castellana y cambia Virginia Woolf por Concha Espina.

Esta columna puede que alguien la enmarque esta noche o sirva para hacer un cartucho de pescado o limpiar los cristales del coche, donde el papel de periódico no tiene competidor. Los dos nos aficionamos al fútbol a la misma edad y lo hemos vivido con la misma pasión. Él con el Arsenal de Londres; yo, con el Calvo Sotelo de Puertollano. Hurgando en la memoria más recóndita, sólo alcanzo a atisbar una relación entre el equipo de mi pueblo y el fútbol británico. En mayo de 1968, en dieciseisavos de la entonces Copa del Generalísimo, al Calvo Sotelo le tocó jugar contra el Real Madrid, que todavía conservaba la vitola del Madrid yeyé. La vuelta en el campo de mi pueblo, muy cerca del colegio de las Teresianas y la piscina de obreros, ganó el Madrid con gol de Amancio, pero fue un funeral. Cuatro días antes, el 15 de mayo de 1968, el 3-1 del Madrid, goles de Pirri, Gento y Amancio por un autogol de Zoco, le permitían remontar el gol de George Best en la ida contra el Manchester United, pero los ingleses marcaron dos goles y el empate dejó al Madrid fuera de Europa. Ese partido lo vieron en el Bernabéu mi madre y mi hermano Blas, que a punto de cumplir los seis años tenía una cita médica con un especialista.

El libro de Hornby es delicioso, divertido, machacante. Termina en enero de 1992. No llega al gol de Nayim, el ceutí que el 10 de mayo de 1995 en el Parque de los Príncipes de París le dio la Recopa al Zaragoza al batir desde cuarenta metros a David Seaman, portero del Arsenal. El Madrid necesita cuatro goles de Nayim. Hay un pueblo de la provincia de Zaragoza, en la comarca del Moncayo, Trasmoz, que tiene en su callejero una calle Gol de Nayim. Celebra cada 6 de julio la Feria de la brujería y es el único pueblo español excomulgado por la Iglesia católica por la creencia en unas brujas de las que llegó a escribir Gustavo Adolfo Bécquer.

Tras la separación de sus padres, el padre de Nick Hornby encontró en el Arsenal un asidero para mantener el contacto con su hijo. Los míos no se tuvieron que separar para que yo me hiciera socio del Calvo Sotelo y seguidor del Madrid, testigo de algunas de sus remontadas (el 6-1 al Anderlecht con Relaño y Julio César Iglesias el 12 del 12 de 1984 después de un tres-cero con un armónico un-dos-tres digno de Billy Wilder: uno de Sanchís, dos de Valdano, tres del Buitre).

Puerta grande o enfermería. Proeza o cartucho de pescado. Feliz cumpleaños, Nick.

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