La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La alegría de Fito
Una acepción de la palabra aventura alude a aquella relación amorosa ocasional sobre la que existe conciencia de su finitud. Con el mismo término, sin embargo, nos referimos también a una empresa abierta a lo que depare el futuro. El término aventura es leal aquí a su etimología clásica. Procedente de la voz latina advenire, apunta a lo que está por venir. La muerte del director Rob Reiner me ha hecho pensar la forma en que, durante la infancia, ponemos en comunidad esa fidelidad a lo incierto. Y es que fue él quien nos contó, cuando éramos niños, la historia de cuatro críos que, en el verano de 1959, se conjuraron para escapar de casa, atravesar carreteras y vías de tren, durmiendo al raso, con la protección de un revólver y lo justo en sus mochilas. La finalidad de esa fuga era hallar el cadáver de un niño desaparecido de cuya muerte, atropellado por un tren, habían tenido noticia casual. Rob Reiner adaptó aquí El Cuerpo, un pequeño relato de Stephen King que leído resulta una obra muy inferior a la película, quizá porque ese misterio al que llamamos amistad posee una sensualidad que el cine captura mejor que la literatura. Reiner filmó una obra maestra sobre el origen de la amistad y también, claro, sobre la propia aventura, pues se entiende bien con esta historia cómo una y otra cosa, amistad y aventura, se entrelazan reclamando de nosotros la misma disposición existencial. Reiner no llamó a su película The Body, sino que, tomando prestado el legendario tema de Ben E. King, le puso como título Stand By Me. La elección no es casual. Esta canción, ya saben, nos habla de una compañía al lado de la cual, cuando la tierra esté oscura, uno no tendrá miedo. Quién no recuerda de niño haber desafiado a las tinieblas en comandita. Los chicos de Cuenta Conmigo, en esa peripecia, se atreven directamente a buscar la cara más pálida de la realidad, es decir, la muerte. Algo de la niñez se nos rompe en ese instante en que se toma conciencia de los límites de la vida y de todo aquello que en ella se tercia. Dice Simmel que el aventurero se parece al jugador porque es capaz, con su entrega a la suerte, de impugnar los destinos previsibles y soñar con “establecer una gran diferencia dentro de la vida misma”. La amistad, como la aventura, es una promesa abierta al futuro y por eso impugna lo que no se puede evitar. Veo Cuenta Conmigo y pienso en Baeza y Angelín, en Alex y Juanjo, en Daniel y siempre en Jaime, y en aquella tarde en que emprendimos la fuga tras provocar un fuego. Pronto nos capturaron, pero aventura es amistad a lo largo.
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