Demócratas finos

01 de diciembre 2025 - 03:09

Las revoluciones nacen en sociedades inmovilistas ajenas al espíritu de su tiempo, que no ven lo evidente en su alarmante desgaste. Sociedades que perciben cualquier reforma como una debilidad. Que miran hacia atrás por no mirar hacia delante y afrontar el problema. Sociedades que reaccionan cuando ya es tarde. Las revoluciones no nacen de la necesidad, nacen del desencanto. Del resentimiento, no de la opresión.

Cuento todo esto porque mientras adivinábamos los mensajes borrados del fiscal general del Estado y seguíamos la instrucción sobre si Mazón tuvo o no un encuentro amoroso (eso parece querer saber la juez que investiga el caso), se celebraba el 50 aniversario de la monarquía española. Un poco de perfil, con los envejecidos padres de la Constitución, pero sin el Rey que fue padre de la Transición. Un acto que coincidía con el 50 aniversario de la muerte de Franco desenterrado por Sánchez y Abascal.

El dictador ha encandilado a muchos jóvenes, quienes hablan con nostalgia de lo que no han vivido ni conocen. Uno de cada cinco menores de 24 años cree que la dictadura de Franco fue buena o muy buena. Los jóvenes sin futuro laboral, sin poder independizarse ni tener casa, sin poder tener hijos, sin esperanza, entonan frívolamente el “viva la muerte” que parece un lema de sus propias vidas.

No tienen la culpa ni la ignorancia ni la irresponsabilidad ni la polarización ni los ultras ni la edad. Ni el vergonzoso Gobierno que tenemos. Tiene la culpa la hipocresía de una sociedad llamada del bienestar que garantiza el derecho a la vivienda, pero obliga a vivir en casa de los padres hasta los 30 años. Un sistema que garantiza el derecho al trabajo, pero al que se accede en condiciones tan precarias que obliga a trabajar sin tener cubiertas las necesidades. Un régimen democrático que no permite tener hijos porque no se pueden mantener. La culpa es del desencanto que produce vivir en una sociedad que excluye a los jóvenes, pero se autodenomina sin rubor democrática y de Derecho.

Para valorar la libertad hay que estar comidos. Esto no se arregla con adoctrinamiento. Tenemos pendiente una revolución que acometer por las buenas para que no se lleve a cabo por las malas. No podemos seguir mirando para otro lado mientras los jóvenes son marginados. Démosles las condiciones para tener una casa, un trabajo, una vida; para ser libres. Seguro que se vuelven demócratas finos.

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