Elogio de verduleras

17 de abril 2025 - 03:08

Para los que disfrutamos de los productos frescos y la buena cocina, hay pocas cosas tan gratificantes a nuestros sentidos que recorrer, con la vista y el olfato, los puestos bien surtidos de un mercado de abastos. Y dentro de esos pequeños paraísos de lo que ahora llaman “productos de proximidad”, el colorido y variedad de un buen puesto de frutas y verduras es un goce para la vista que, además, nos habla de vitaminas y comida sana.

Dentro de esas plazas de abastos, donde cada vez quedan menos puestos “de toda la vida” en favor del nuevo concepto “mercado gourmet”, o sea, la proliferación de bares y restaurantes, entre otras cosas, en los mismos mercados, ya no son habituales los puesteros que pregonan las excelencias de los productos, quizás mi amiga Chari, que vende sus pescados y mariscos en una esquina de la plaza de Triana, sea de las últimas que vocean lo que tiene de bueno para ofrecernos. Si en los puestos de carne imaginamos a un señor más o menos fornido, con su mandil oscuro salpicado de sangre gran cuchillo en mano, los puestos de frutas y verduras han sido territorio femenino, donde el imaginario popular sitúa a esa señora más o menos rolliza, con sus brazos rosados y mollares al aire, lanzando a voz en grito la oferta del día: “¡¡Niña, mira que chirimoyas tengo, sin pipas casi!!, ¡¡Vaya melones, son caramelo!!”.

Degenerando, degenerando, esos pregones a voz en grito en medio de la plaza, y quizás alguna trifulca de puesto a puesto, han dado como resultado el que a las pobres verduleras se les haya adjudicado en el Diccionario, una segunda acepción, así además de ser la “persona que vende verduras”, también se define como “persona descarada y ordinaria”.

Dicho todo lo cual me parece absolutamente injusto que a una mujer trabajadora que, probablemente además de llevar su casa adelante, está en el tajo desde la madrugada hasta bien entrado el día, se la tome como paradigma de lo zafio y lo ordinario. Todavía es peor aún si el epíteto “verdulera” sirve para calificar a algo tan opuesto a una trabajadora humilde y sacrificada, a la actual vicepresidenta del Gobierno de España, María Jesús Montero. Los que vituperan a la presidenta usan calificativos como zafia, hortera, histriónica, mentirosa, populista, pelota, que da vergüenza ajena, perfecto, cada uno es libre de expresarse como le parezca oportuno, pero por favor, un respeto para las trabajadoras de la verdura.

La candidata socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía, visto lo visto, más que un “efecto Montero”, está resultando ser el “defecto Montero”, una hooligan de su partido que vocea en el mercado público de la política su mercancía averiada, para más inri. Una parroquia que va a estas cosas de los mítines mayormente, y perdón por la generalización, a rellenar la foto de cabezas adormecidas que asienten como autómatas, y vale para todos los partidos, las usualmente memeces que grita con tono mitinero el político de turno desde la tribuna, diciendo las cosas que sus incondicionales quieren escuchar, que en esto de los partidos políticos suele pasar como en el fútbol, siempre con los míos en lo bueno y en lo malo, bueno, en lo malo salvo que venga alguien que me ofrezca un contrato más sustancioso.

Así que un respeto para las fruteras, las pescaderas, las carniceras y, por supuesto, las verduleras.

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