La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El error de Francisco Baena Bocanegra

Un perfil de triunfador no puede someterse con éxito al dictamen en las urnas de sus propios compañeros

Un jurista ensalzó en privado a Francisco Baena Bocanegra no por formar parte del grupo de los cuatro o cinco abogados de Sevilla reconocidos en Madrid, sino por ser un letrado que se estudia las leyes nuevas, que está continuamente al día para ejercer una dirección eficaz de la defensa jurídica de sus clientes.

El estudio no genera notoriedad, sino algo que cotiza hoy tan a la baja como es el prestigio. Ese prestigio, sumado a un imponente ego, ha llevado a Bocanegra a alcanzar muchas metas que están vedadas a la gran mayoría de sus compañeros.

A su edad, de la quinta del 42, y con su currículum, cargado de éxitos como penalista, ha cometido el error de exponerse, de someterse al escrutinio de las urnas en el Colegio de Abogados, de dar la oportunidad a muchos que tienen gatos empadronados en la barriga de castigarle desde el anonimato que garantiza el voto. Baena es un triunfador en su profesión. Y eso no se perdona.

Nadie sin ego triunfa en ningún campo, pero es curioso cómo el ego suele molestar mucho a determinados terceros, chirría en los oídos de quienes nunca han hecho nada, porque prefieren estar resguardados tras el cómodo burladero de la mediocridad.

Sevilla es una ciudad en la que sale rentable quedarse quieto, tirar dardos contra la diana ajena, recrearse por la mañana censurando a quienes salen en la foto, aunque se trate de profesionales que hacen cosas sustanciales por la sociedad.

Óscar Cisneros, dichosa la rama que al tronco sale, ha ganado con toda justicia en las elecciones y será el nuevo decano de la institución tras llevar 24 años en la junta de gobierno. Formar parte del aparato no le ha pasado ninguna factura.

Un perfil como el de Baena no puede medirse nunca a nadie en unas elecciones, no puede someterse a la tasación de unos peritos tan singulares como los propios compañeros de oficio, porque muchos no le van a perdonar jamás ser el abogado de letrados en apuros, de magistrados acorralados, o sus intervenciones en casos de proyección nacional; no soportan que haya sido el tramitador eficaz y discreto de condecoraciones justas para algunos de sus maestros, ni, sobre todo, ser desde Sevilla un penalista de referencia en toda España.

Cuando se depende del voto conviene ser gris, cuando se depende de uno mismo se puede desplegar la cola como un pavo real en horario de mañana y tarde, en los telediarios y en las redes sociales. Pero no se puede ser pavo real y pretender ganar en las urnas. Porque existe un factor que se tasa, que se percibe en el ambiente y que en Sevilla es la mano negra que mueve tantísimos procesos: la envidia.

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