NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
La palabra francesa moeurs alude al conjunto de prácticas sociales, mentalidades o comportamientos individuales de un grupo, un pueblo o una época que conforman sus reglas morales. La utilizó el filósofo Byung-Chul Han en su espléndido discurso al recibir el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, sintetizando bien los males que nos afectan: “Tocqueville (…) ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como son las elecciones y las instituciones. La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama moeurs, es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. (…) Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato, (…) las elecciones degeneran en un ritual vacío, (…) la política se reduce a luchas por el poder, los parlamentos se convierten en escenarios para la autopromoción de los políticos. El neoliberalismo ha creado ya una gran cantidad de perdedores. La brecha social entre ricos y pobres se sigue agrandando cada vez más. El miedo a hundirse socialmente afecta ya a la clase media. Precisamente estos temores son los que lanzan a la gente hacia los brazos de autócratas y populistas”.
Flotaba en el teatro el espíritu de Montesquieu, para quien “las costumbres virtuosas (moeurs) hacen siempre mejores ciudadanos que las leyes”. Estas no deben violentarlas para modelar a los hombres conforme a sus fines, justificando la violencia en nombre de un bien político presente o futuro e imponiendo “una tiranía de opinión”.
Muerto en 1755, 38 años antes del Terror, intuyó las mecánicas impuestas brutalmente por las dictaduras modernas o seductoramente por el consumismo neoliberal. El despotismo, escribió, cuyo principio es el miedo, fomenta actitudes serviles para mantenerse: “la educación y las costumbres virtuosas (moeurs) deben anularse para formar esclavos obedientes”. Sí, resonaban los ecos de Montesquieu cuando Byung-Chul Han dijo: “Aunque hoy creamos ser más libres que nunca, la realidad es que vivimos en un régimen despótico neoliberal que explota la libertad. Somos como aquel esclavo que le arrebata el látigo a su amo y se azota a sí mismo, creyendo que así se libera”. Nos retrató. Por desgracia.
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