Tomás García Rodríguez

Doctor en Biología

La fascinante adelfa

Puede preciarse de ser la primera planta que floreció en Hiroshima tras la bomba atómica

Si existe una planta conocida por todos que prolifera en jardines, carreteras, junto a ríos o cursos de agua, esa es la adelfa. Naturalizada desde antiguo en la cuenca mediterránea, aunque de procedencia oriental, es una de las escasas especies vegetales que podemos considerar con rotundidad como medicinal, venenosa y ornamental. Nos ofrece sin tapujos todo lo que la hace atractiva y distante: sus flores de bellos colores dispuestas en corimbos terminales; sus coriáceas hojas verde intenso en el haz y tenue en el envés; su armoniosa estampa que puede derivar en arbolillo con la poda; la toxicidad latente en buena parte de su estructura que, incluso, ahuyenta a las cabras; su aporte a la farmacología moderna, con principios cardiotónicos o antitumorales. La común adelfa puede florecer casi todo el año en nuestro entorno, alegrando los boscosos paisajes campestres, los campos inhóspitos, las lindes de cultivos y fincas, las ciudades y las casas. Nadie la teme y apenas se la tiene en cuenta, pues se muestra humilde y sencilla, aunque se encuentre entre las plantas más peligrosas del planeta. El nombre vulgar, adelfa, procede del griego daphne -laurel-, transmitido por el árabe hispano addifla, de donde le viene el apelativo de laurel rosa. Sus flores aparecen representadas con frecuencia en los murales de Pompeya. En Sevilla, podemos destacar sus hermosos conjuntos florales en los Jardines de Murillo, en senderos que conducen a la glorieta de Ofelia Nieto del Parque de María Luisa, en los Jardines de Rafael Montesinos del Paseo Colón junto al Puente de Triana o en los márgenes del río.

Este ancestral arbusto mediterráneo es propio de bosques ribereños, acompañando a chopos, álamos, sauces, olmos, cañas, zarzas, mirtos, madreselvas... Prefiere suelos arenosos y calizos sobre cauces de torrentes que quedan secos durante muchos meses al año. Su resistencia a la sequía es proverbial, siendo debida en gran parte a una conformación especial de sus estomas foliares, que crean un microambiente húmedo y disminuye drásticamente la transpiración, la pérdida de agua. La adelfa puede preciarse de ser la primera planta que floreció en Hiroshima después de su destrucción masiva en 1945 por la bomba atómica, siendo un icono en la urbe japonesa.

Como la mayoría de la flora venenosa, la adelfa ha participado en arcaicas ceremonias mágicas, al igual que la mandrágora o la belladona, a través de pócimas bebedizas y ungüentos con efectos psicotrópicos. Su uso ritual se remonta al antiguo pueblo hebreo, cuyos sacerdotes administraban en el Tabernáculo las denominadas "aguas amargas", obtenidas por cocción de adelfas, a las mujeres acusadas de adulterio, y, si éstas resistían la potente acción del brebaje por intercesión divina, eran consideradas inocentes...

"Me miré en tus ojos/ pensando en tu alma./ Adelfa blanca./ Me miré en tus ojos/ pensando en tu boca./ Adelfa roja./ Me miré en tus ojos./ ¡Pero estabas muerta!/ Adelfa negra" (Remansillo, Federico García Lorca).

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