La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La fase uno no puede ser la del despiporre

No ha muerto tanta gente para que un manojo de desahogados beban cerveza en la vía pública

Estaba claro que los buenistas se caerían del guindo en cuantito nos dieran un metro y medio de ventaja y media hora de libertad. En cuestiones de pandemia se precisa una disciplina militar, que es la mejor de todas, dicho sea sin complejos, que en esta parcela estamos al respecto cortitos con sifón. En otros asuntos se hacen excepciones o relajaciones y no se provocan consecuencias fatales, pero ya se nos ha olvidado aquel sepelio, celebrado mucho antes del denominado confinamiento, del que salieron rascándose y estornudando más gente de la cuenta. Ayer vimos demasiados sitios donde había más gente que en las urgencias del Macarena en hora punta. En una mano el vaso y en la otra la mascarilla. No se nos puede dejar un minuto. Nos vamos a la calle porque tenemos esa forma de ser, esa cultura, ese carácter tan maravilloso como peligroso en tiempos de pandemia. Rápidamente banalizamos la gravedad porque es nuestro mecanismo de defensa. El despiporre es nuestra vía de escapismo. Nos han privado de las fiestas mayores, que analizado está que son nuestra forma de evadirnos de la angustia, la tristeza y todo aquello que nos oprime en la vida cotidiana. Unos en el Norte levantan piedras y nosotros bebemos cerveza en la calle. Cada uno es cada uno. Somos así, nadie tiene derecho a sentirse mejor que nosotros o a dejarnos en mal lugar, pero tenemos que guardar la disciplina un tiempo más. Es necesario. Nos van la vida y el futuro en la misión. Hay bares que no pueden abrir porque no tienen terraza, carecen de espacio. Otros tienen el espacio, pero no les sale rentable. Hay que esperar. Todavía la cifra de muertos supera el centenar diario en España. Tómense la cerveza en el balcón o en la ventana. No se trata de ningún cautiverio. Pero evitemos espectáculos como los vividos ayer en varias tabernas. Ni muertos por coronavirus, ni muertos por hambre, ni muertos de vergüenza. Esta primavera es de luto. No se trata de estar amargados, ni de imponer la tristeza oficial. Se trata de que no podemos dar pasos atrás por cuatro irresponsables. Hemos estado encerrados mucho tiempo, estamos dispuestos a seguir estándolo, pero necesitamos que los incumplidores sean castigados. Una cosa es el escapismo y otra la poca vergüenza. No ha muerto tanta gente para que ayer un manojo de desahogados estuviera bebiendo cerveza en la puerta de un bar como si nada. No se han perdido tantos puestos de trabajo, una Semana Santa y una Feria para que un ramillete de notas, que no tienen otro calificativo, hagan el indio libando birra en la vía pública.

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