La aldaba
Carlos Navarro Antolín
El error de Tellado
Fueron muchos más, pero en la revista Magnificat del pasado julio se recordaba la muerte violenta de una docena de jovencísimos religiosos en los inicios de la Guerra Civil. Cuatro tenían 22 años y los dos mayores 25. Nacidos en pequeñas localidades de Gerona, Lérida, Navarra, Huesca y un valenciano de Játiva. Despierta la vocación en sus lugares de origen, uno porque era monaguillo, el otro porque se impregnó de las cosas que contaba un predicador misionero que apareció por su pueblo, abandonaron sus quehaceres, la mayoría relacionados con la agricultura o el cuidado del ganado, y completaron su formación en seminarios de Alagón (Zaragoza) y Cervera (Lérida).
El 1 de julio de 1936 llegan todos a Barbastro. El 20 de julio de ese año, dos días después de la sublevación, un grupo de milicianos asalta el seminario y convierten en cárcel el salón de actos de los escolapios. “En Barbastro mataron al obispo Florentino Asensio y a 105 sacerdotes”, dice Paul Preston en su libro El holocausto español. “En muchos pueblos”, añade, “asesinaron al párroco tras hacerle presenciar una parodia de la misa, aunque primero lo ofrecían seguir viviendo si renunciaba a Dios. A menudo quemaban los cadáveres de los curas tras rociarlos con gasolina”.
A Miguel Masip, 23 años, natural de Llardecans (Lérida), un miliciano al que había ayudado su hermana monja le ofreció la libertad a cambio de abandonar su vocación de fraile, invitación que rechazó. “¡Qué pobres e infelices son ustedes!”, les dijo Ramón Illa Salvia, 22 años, de Bellvís (Lérida) a dos compañeros de convento liberados por ser argentinos. Francisco Castán, 25 años, de Fonz (Huesca) daba clases, trabajó en cocina y lo destinaron a la portería. Fue el que les abrió la puerta a los milicianos cuando se produjo el asalto y el que tocó la campana para convocar a la comunidad. Todos ellos fueron asesinados la noche del 15 de agosto de 1936, salvo Jaime Falgarona, 24 años, de Argelaguer (Gerona), que estaba con una fiebre muy alta. Llevado al hospital, fue dado de alta el mismo 15 de agosto y tres días después fue ejecutado. El 18 de agosto, el mismo día que asesinan en el pantano de Víznar a Federico García Lorca junto a un maestro de escuela discapacitado, Dióscoro Galindo, y dos banderilleros anarquistas, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. El día que Lorca viaja de Madrid a Granada once de los doce religiosos ya han sido asesinados. Ya están hablando el lenguaje de las flores. Federico tenía 38 años. Había nacido el mismo año que Dámaso Alonso. Dos Españas, la que mataba, la que moría. Hijos de la ira.
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