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La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

Las diez fotos de Anuca

Visiten la exposición que trata el tiempo vencido en diez imágenes en blanco y negro que invitan a una serena reflexión

Son diez fotos como diez aldabonazos en la ciudad de la luz tamizada por la melancolía de estos días. Son diez gritos, diez golpes de martillo, diez llamadas a la pausa, a la serena reflexión, a una sanadora meditación. Son diez exhortaciones a detenernos en las cosas que se han acabado, en los ciclos que terminan, en las etapas que expiran, aquellas que pasaron fugaces por nuestras vidas; en el tiempo finito, en la existencia con caducidad, en que no podemos vivir como si fuéramos inmortales, aunque de hecho vivamos así en demasiadas ocasiones. Son diez invitaciones a pensar, a alejarnos por un instante de la escala de valores de un mundo de vértigo, acostumbrado a exigir certidumbres, esclavo del consumismo, que orilla al hombre y prefiere la materia. Diez fotos en blanco y negro realizadas por Anuca Aísa. Se exponen en la Sala Murillo de la Fundación Cajasol. Entren allí una mañana o una tarde. Vayan sin prisa y observen. Imaginen qué pensó la autora en cada momento, por qué hizo esa foto, por qué eligió un evocador vestido de novia sobre un suelo pulcro instantes después de haber cubierto un cuerpo joven, o unos nichos del cementerio en perfecta composición geométrica, o el vacío catedralicio de las Atarazanas, o una cama con un cabecero de madera que pareciera de una alcoba ya sin moradores, porque quizás pasaron a mejor vida. Todo se acaba, se consume y termina. Por eso el título de la exposición es, como diría un viejo maestro sastre, un traje a la medida para un cuerpo de rico: El tiempo vencido. Visiten la exposición de Anuca, preparada por Pepe Cobo, un sevillano internacional que sabe paladear los valores locales que hicieron universal esta urbe. La muestra impacta, pero no desgarra. Puede provocar un vuelco emocional, pero no genera sufrimiento. Está para ser paladeada en silencio, como las cosas auténticas. Unas fotos que no necesitan marco, sólo tiempo, ese tiempo que se acaba pero que aspiramos a atrapar. Unas fotos terapéuticas para su autora, que demuestran que la capacidad del ser humano es ilimitada cuando entra en juego la fuerza de la vocación, que prueban que por la vía de la inspiración artística se pueden superar barreras y derrotar limitaciones. Acudan a la Sala Murillo estos días de recogimiento, precauciones y cautelas. El mundo se puede parar, pero nosotros no debemos dejar de pensar para existir. Nuestros antepasados lo hicieron en coyunturas peores, en otros tiempos ya vencidos. Anuca usa el blanco y negro para ponerle color a una vida de sacrificio y superación. Si la gente escribiera, pintara y fotografiara más, si fuéramos más creativos, el mundo sería sin duda bastante mejor.

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