Franco vintage

Son el Gobierno y sus apoyos políticos y mediáticos los que han desenterrado la moda del caudillo

Calendario de Franco.
Calendario de Franco.

11 de noviembre 2025 - 05:30

HASTA hace poco no era muy extraño entrar en un bar presidido por una botella de tinto etiquetada con la efigie de Francisco Franco. Solía estar el monumento en lugar destacadísimo, escoltado por una incongruente guardia mora de botellas de Magno, Ponche Caballero, DYC y El Mono. Dichos frascos del Caudillo solían contener mollates de la más baja estofa, valdepeñas y jumillas de los de antes de la revolución enológica que convirtió a la España báquica y democrática en un paraíso de sumilleres y pedantones al paño. Daba igual, porque esas botellas no estaban allí para ser descorchadas, sino como muestra de devotio ibérica y para dejarle claro al cliente qué zona pisaba. No eran bares burgueses y elitistas. El exceso de iconografía franquista ya se consideraba de mal gusto en las clases privilegiadas, por mucho que ellas hubiesen vivido una época dorada bajo el capote del espadón. Lo chic, lo de toda la vida, era tener una foto de Alfonso XIII con una banda de luto o rojigualda sobre el marco. Estos bares, más bien, eran locales populares donde daban menús para proletas y estudiantes, siempre amenizados por la melodía de La cucaracha que emitía una máquina tragaperras. Nadie le hacía caso a la botella. Y nadie se ofendía. Todo el mundo aceptaba la historia como había sido y se centraba en sus albóndigas y demás asuntos particulares. En los años ochenta y noventa, Franco parecía ya un ser de un tiempo lejanísimo, casi como Narváez o Espartero (sin llegar a tanto, claro). Levantaba ciertas polémicas de casino que aburrían más que apasionaban. No lo encontrabas continuamente en titulares y programas. Franco era eso que se llama Historia y a los historiadores se encomendaba la labor de su conocimiento. Los que hicieron la guerra no hablaban o limitaban sus batallitas al ámbito doméstico; los que corrieron ante los grises estaban más preocupados en ganar el futuro que el pasado; y los que apoyaron al régimen por adhesión, miedo o comodidad (la gran mayoría de eso que entonces se llamaba el pueblo español) se dedicaban a hacer un inmenso corro y a cantar con desafino aquello de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”. Solo algunos fieles taberneros mantenían alzadas las botellas, pero a la gente no le importaba, siempre que el menú fuese barato y las albóndigas sabrosas. Ahora, algunos se alarman porque una asesoría de un pueblo de Jaén ha sacado unos calendarios de 2026 con la cara de Franco. No sé de qué se extrañan en una época en la que, al revés que en los años antes mencionados, tenemos a un Franco perpetuo. Son el Gobierno y sus apoyos políticos y mediáticos los que han desenterrado la moda del caudillo. Estamos ante el fenómeno Franco vintage, que marca tendencia. Disfrútenla.

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