Sucede a diario que el mundo del fútbol sea un magnífico habitáculo para que haya que explicar las obviedades. Ha levantado la voz Monchi en la presentación de Chicharito para clamar en el desierto donde más proliferan las cuestiones inexplicables. Ha clamado Monchi lo que muchos llevamos denunciando desde tiempo inmemorial, desde mucho antes de que Sergio Ramos jugase la primera jornada de sevillista y la segunda en el Madrid.

Siempre hay que ir a los ingleses para sacar conclusiones. Me refiero a conclusiones futbolísticas, que otra cosa es el Brexit o conducir por la izquierda. Los inventores de este magnífico juguete que es el fútbol mantienen el sentido común de que el mercado se cierre antes de que arranque la Premier. Es lo lógico, una obviedad que aquí se quebranta propiciando que un futbolista inicie el curso con una camiseta y la continúe con otra, algo que tiene carácter de aberración.

Le quita seriedad al fútbol que haya trasvases cuando ya el balón empezó a rodar con puntos en juego. Por eso, escuchando el discurso que Monchi, ese monstruo sin parangón en su gremio y que tantos piropos recoge a diario, me dije que dónde había escuchado eso antes. Y es que las obviedades suelen venir de muy lejos, aunque no está de más removerlas cada cierto tiempo, sobre todo si vienen de parte de alguien tan importante como el otrora león isleño.

Y al fin se cerró el mercado, que presenta unas cifras escandalosas, ya que 1.300 millones de euros demuestra que LaLiga goza de buena salud, a no ser que luego se caiga en que todo era una burbuja con la fecha de explosión ya fijada. Sólo el Realísimo ha gastado 298 millones, cincuenta más que el Barça y 140 más que el Sevilla, el club de Monchi. Esperemos que este mercadeo esté dentro de la lógica y deseemos que las fechas sean las que deben ser.