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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Nos gobierna Torrebruno

El domador amansa a tigres y leones del separatismo en el espejismo de la convivencia

No había en el mundo unos servicios más limpios que los del zoológico de Ayamonte, a dos pasos de la ría que se confunde con el río y el océano. Estaban siempre impolutos como ajuar de novia. A uno y otro lado de los urinarios, del agua cerrada en el anglicismo del wc, estaban las jaulas del león y del tigre. El rey de la selva y el virrey, supongo, aunque de eso quien entendía era Guillermo Cabrera Infante. Los paseos de las imponentes fieras tan cerca de la desembocadura del Guadiana actuaban como mecanismos disuasorios para que uno se lo pensara dos veces antes de entrar para evacuar la vejiga. Memorias de África en Ayamonte.

El zoo lo cerraron, pero la metáfora permanece tan impoluta como esos servicios inmaculados. He pensado en las visitas a esa selva de pitiminí junto al hotel Don Diego al oír hablar a los corifeos del Gobierno de cómo su política ha devuelto a Cataluña la convivencia y la normalidad. A las fieras corrupias no dejan de alimentarlas, no dejan de calmar su apetito insaciable rayano con la gula política. No quieren saber nada de dietas ni ayunos, están en la vorágine de La Grande Bouffe de Marco Ferreri. Como el Gobierno no deja de calmar esa ansiedad de los separatistas, desde fuera confundimos su digestión con una sensación de que las cosas han vuelto a su sitio. Un puro espejismo. El león y el tigre, que hace un par de meses se pelearon en la gobernabilidad de Cataluña, no dejan de pasearse para que el miedo escénico, que diría Valdano (Butragueño me dijo un día que se lo copió a García Márquez) haga el resto. Esos servicios están requetelimpios. No se oye una voz más alta que otra. Convivencia. Normalidad. Paparruchas del enésimo cuento de Navidad.

El domador de tigres y leones ha viajado hasta Bali, donde las selvas son de verdad, para entrevistarse con domadores de más enjundia en una nueva cumbre de líderes mundiales. Su lejanía física es una parábola del alejamiento de la realidad que padece. Sánchez quiere pasar a los libros de historia como el gran Pacificador, el que amansó a los tigres y leones del secesionismo. Un político inclusivo, sostenible, resiliente (en la Academia deberían crear un negociado de palabros) que pasa por paladín de la pluralidad. Tan plural que sólo concede entrevistas a una emisora, a una cadena de televisión y a un periódico. A dos si incluimos a La Vanguardia Obrera, como decía mi amigo Ramón Balmes cada vez que subíamos a la cabina de radio del barco J.J. Sister para mandar las crónicas intraoceánicas desde el Guanahaní. Hemos pasado del plasma al plasta sin solución de continuidad.

Tigres, leones… nos gobierna Torrebruno. La monserga de los ricos y los pobres la han extrapolado hasta los terrenos de la corrupción. En las componendas para reformar y reducir el delito de malversación quieren considerar como atenuante la corrupción sin ánimo de lucro. Hasta ahí llega la lucha de clases: hay corruptos ricos y corruptos pobres, como Saramago distinguía en una de sus novelas entre pedigüeños y pobres de pedir. ¿Qué lucro hay en desvertebrar España, en vulnerar la Constitución, en insultar y humillar al jefe del Estado? ¿Cabe más desinterés? Aquí no se lucra nadie.

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