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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El goleador polaco que tiene buen gusto

Lewandowski nos agrió la noche y se llevó en el avión privado los mariscos y el mejor postre de la firma Robles

El goleador polaco que tiene buen gusto

El goleador polaco que tiene buen gusto

A la selección española le están dando más estopa que a la plaza de la Magdalena con su nuevo hotel de cinco estrellas con restaurante sin manteles. ¡Qué barbaridad, qué falta de misericordia! Con la diferencia de que no hay nadie que salga en defensa del equipo nacional, como sí lo hay con la horripilante plaza y el desubicador y desarraigado establecimiento, que siempre hay algún tontucio que sale a elogiar lo que no es digno de petalada, porque la Plaza de la Magdalena acumula una serie histórica de malos tratos fácilmente demostrable si se investiga y se lee, ¿verdad profesor de la Banda? Pero, claro, siempre hay adultos a los que les gusta una nube de algodón, un palo de nata o las hamburguesas de los niños en un cumpleaños. Hay gente para . Pues a lo que íbamos. Nos están dando la del tigre por nuestra inoperancia en la Eurocopa, lo cual nos rejuvenece porque volvemos a sentir lo mismo que a partir de 1984, cuando obtuvimos el subcampeonato.

Todo era entonces un desastre. Incluso hoy es peor, porque entonces se decía aquello del tradicional infortunio español: "¡Hemos jugado como nunca y nos echan como siempre!". Pues fíjense si los polacos se fueron contentos de Sevilla que, además de ponerle la bufanda al paisano pontífice de bronce que está en la Plaza Virgen de los Reyes, hubo uno que pidió la cena en Robles para que se la sirviesen en su avión privado. Nada menos que Robert Lewandowski, el afamado delantero del Bayern de Múnich. Mandó que las viandas para el vuelo de vuelta fueran del afamado restaurante sevillano, que para eso tiene una de las escasas licencias para servir en el aeródromo de San Pablo, que para eso hay que rellenar más papeles que para solicitar el DNI por duplicado, que ya se sabe que un aeropuerto es como una microciudad dentro de la gran ciudad. ¿Y saben ustedes el postre que degustó Lewandowski tras zamparse los mariscos y otras exquisitas viandas en su avión particular? Un pedazo de brownie de chocolate que elaboró a primera hora del domingo la mismísima doña Laura Robles, porque la gente que trabaja de verdad en la hostelería no conoce horas y concibe el oficio como un sacerdocio.

¡Dichosas las ramas que al tronco salen, Pedro y Laura! El polaco nos goleó en la Cartuja, ese estadio feo, mamotreto e inútil al que cuesta un mundo llegar y mucho más salir, y demostró saber elegir la comanda. No en vano la embajadora de Polonia en España almorzó el sábado en Robles, donde también se vio a Juan Espadas, Gómez de Celis y otros socialistas. Pero eso es harina de otros brownies.

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