opinión

Alfredo Sánchez Monteseirín

La gran Sevilla, un excelentísimo campus universitario

13 de marzo 2012 - 01:00

UNA ciudad que se pretenda viva, y una universidad al menos tan viva y tan activa como la ciudad en la que se sustenta, tienen mucho de que hablar en esta época que vivimos. En todo este tiempo, la Universidad de Sevilla ha conocido al menos las mismas luces y las mismas sombras de la ciudad, los mismos o parecidos esplendores, similares crisis. Pero una cosa ha sido bien clara, la Universidad Hispalense se ha convertido en un órgano vital para Sevilla, una parte de la urbe que desarrolla una función trascendente para la comunidad. Por eso, y podemos verlo a lo largo de la historia, si la Universidad ha ido mal, la ciudad ha ido mal. En cambio, cuando la Universidad ha ejercido su liderazgo e impulso, Sevilla ha concebido esperanzas de futuro, tan necesarias en estos momentos de crisis económica y de azote del desempleo.

Pues bien, yo sostengo que para la modernización de nuestra Sevilla es inseparable el hecho de que, durante las dos pasadas décadas, de nuestra universidad haya surgido un gran contingente de jóvenes profesionales, científicos y técnicos altamente cualificados, hombres y mujeres cuyo nivel de formación es, como mínimo, similar al de sus compañero de cualquier lugar de Europa. Gentes que llegaron a una universidad abierta, para acceder a la cual ya no era condición sine qua non: disponer de un alto nivel de rentas familiares, sino sólo voluntad, esfuerzo y capacidad, con independencia del origen de cada uno.

Sevilla no quiere, no necesita de nuevo una universidad exclusivista, sino una universidad de calidad, comprometida con el avance de la sociedad, y en concreto, de la ciudad en que se asienta. La universidad es algo demasiado importante para la ciudad como para que nos entendamos con ella. En esta última etapa, la universidad en su conjunto ha tenido un papel esencial, un papel activo, más un compromiso de futuro que un mero reconocimiento del pasado. Sevilla premió en este tiempo a la comunidad universitaria, sí, pero sobre todo la provocó, la llamó a la cita con el futuro y con el progreso de la gran urbe, le pidió su opinión y le exigió que asumiera riesgos y liderazgos.

La ciudad, por su parte, también quiso verse más a sí misma como una auténtica ciudad universitaria, comprendiendo y atendiendo decididamente las necesidades específicas de esta parte singularmente importante de su composición.

Mi reto con este artículo es ayudar a lograr que el conjunto del cuerpo social reconozca el fructífero compromiso que la ciudad adquirió con su Universidad en Sevilla como ciudad universitaria: un pacto que también sirvió para canalizar y ordenar las necesidades de servicios públicos y de todo orden que tiene nuestra universidad, y también para fomentar la apertura de servicios de índole cultural.

La Universidad de Sevilla posee, como parte de su propia esencia, esa manera de estar presente en muchas partes de la ciudad, y con ello, y con las áreas de influencia que genera, ha contribuido precisamente a "hacer ciudad".

En estos últimos años la universidad y el gobierno de la ciudad han hablado, y mucho. En materia de ordenación urbana de los espacios universitarios es evidente que se ha logrado concertar el interés público de la ciudadanía con el interés, también público, de nuestra universidad. De ahí que el debate y la necesaria cooperación entre entidades, se hayan desarrollado en Sevilla con la fluidez que produce el hecho de que ambos promovamos el interés general: por un lado de la sociedad sevillana en su conjunto, y por el otro de la comunidad universitaria con conexiones, de "banda ancha", entre la universidad y la sociedad, la universidad y la ciudad. Por eso, se decidió de forma abierta y participada (no se olvide) que el desarrollo territorial de la capital de Andalucía diera cabida a las ideas, iniciativas y necesidades de nuestra universidad y se insertaran en el Plan General de Ordenación Urbana, aprobado en tiempo y forma sin problemas.

Y es que, además, la manera en la que sobre el plano de Sevilla se dibuja el espacio universitario, a lo largo de la trama urbana, presenta una "coherente dispersión", una distribución a lo largo de buena parte de los distritos sevillanos, que la hacen plenamente partícipe de nuestra manera de pensar Sevilla como urbe.

La ciudad tributó en su día un homenaje admirado a la historia de la Universidad Hispalense. Pero ha de hacer público y expreso reconocimiento hoy también a aquellos que, como el rector Joaquín Luque, desde su incorporación al equipo del rector Miguel Florencio, han hecho en los últimos años de la Universidad auténtica vanguardia tecnológica. La metrópolis sevillana debe valorar con justicia a quienes, al frente de la Universidad del siglo XXI, han sido artífices de que la Universidad sea uno de los referentes principales para prestigiar la imagen de la Sevilla de hoy. Mientras hablamos ahora, cientos de profesores sevillanos se encuentran en cualquier parte del mundo trabajando. Están siendo, en definitiva, una de las mejores cartas de presentación de la Sevilla contemporánea y avanzada.

La gran Sevilla ha de agradecer eternamente a los rectores de nuestros días su contribución a la hora de prestigiar esa imagen, que en demasiadas ocasiones nos condena al tópico tradicional. Sevilla no puede esperar, y de hecho no espera, a que vuelvan los buenos tiempos.

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