Desconozco, claro, el futuro porque el futuro nadie en su juicio puede desentrañarlo y a ver quién es capaz de contarnos lo que aún no ha pasado. Pero el presente nos dice que el Betis que ha moldeado Manuel Pellegrini es algo muy serio y que cuando se hace de la pelota da gloria verlo. Así como en Pamplona se enfundó en pana para ganar por la vía del trabajo y de cierto sufrimiento, antier noche en Heliópolis la cosa fue de recital.
Por ejemplo ¿qué teclas habrá tocado el chileno para que Carvalho salga del túnel? Es una de las muchas preguntas que hacerse puede el aficionado bético, ese que disfruta cuando gana y sufre para dentro cuando la cosa va de grandes duquelas. Cómo se ha venido arriba el portugués y todo cuando nadie daba un euro por su implicación en el proyecto. Y cómo agradece el mago Fekir una alimentación de fútbol como la que le llega por vía directa del recuperado W.C.
Y también, qué bueno que arribó a la causa el otro Willian, el terminado en ene. De siempre llevó el gol en las venas y parecía raro que sus últimos tiempos de txuri urdin hubiesen sido tan mortecinos. Ha sido cambiar las rayas azules por las verdes para que el gol haya vuelto a su tarjeta de visita. Parece como si aquella obra de arte que fue la tercera diana de Pamplona estuviera gestando una metástasis que resultaría providencial para la causa verde, blanca y verde.
Da gusto ver al Betis y con esa sensación levita el bético en estas dulces resacas. Y en cada tiempo de levitación, la figura de Manuel Pellegrini emerge por encima del racimo de cabezas que forman este Betis que salta a cancha prometiendo un fútbol que se antoja imposible hasta que mana por las botas de su tropa. Una incógnita es cuánto durará este estado de gracia, si será flor de un día o jardín por todo el curso. Y es que del futuro nadie sabe nada, pero es tan hermoso el presente...
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