Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Poco se valora la importancia y el auge de un personaje fundamental en tantos colectivos y reuniones. Ahora que vemos los nombres tan raros que se inventan los partidos para dar cabida a más y más gente en las ejecutivas, que parecen pobladísimas ante-presidencias de cofradías de barrio, bien podrían muchas entidades oficializar una figura capital: el tío de los botellines. No se trata de un contratado, sino de ese personaje que se hace cargo de la intendencia para que no nos falte de ná (que no, que no) en reuniones y celebraciones. El tío de los botellines cuida desde la temperatura de la cerveza hasta las negociaciones con el bar más próximo, pasando por la reserva de una mesa en el restaurante de turno. Sabe organizar el evento (dichoso vocablo) en la sede o fuera de ella. Poco se reconoce la labor del tío de los botellines. La cerveza estará siempre fría, con su cobertura de escarcha. El tío de los botellines no acepta una cerveza fresca, un adjetivo terrible para justificar que no ha dado tiempo a lograr el nivel glacial. El tío de los botellines jamás pierde el abridor (tremendo error que sería imperdonable) y siempre, siempre, tiene capacidad para improvisar los botellines y viandas en cualquier circunstancia sobrevenida. He ahí su valor añadido sin haber sido alumno de ningún máster de alta dirección, gestión de emergencias o sobre cómo abrir rápido los langostinos (gran habilidad directiva), ni mucho menos haber estado matriculado en ninguna Escuela de Negocios. Cuando no hay nada que echarse a la boca y se ha producido una crisis de gobierno en la hermandad, la peña bética o sevillista, la asociación de la caseta o cualquier otra entidad de las que vertebran la ciudad, el tío de los botellines aparece con el cubo, la talega de los picos y las socorridas bandejas de carne mechada. Es un claro ejemplo del "esto lo arreglo yo en diez minutos". Y lo arregla.
El tío de los botellines es un imprescindible. El problema ocurre cuando quiere aspirar al cargo que no le corresponde, pero la degradación de la vida pública lo pone en situación de imaginar que es posible conseguir la presidencia de cualquier entidad. Ahí se produce tarde o temprano el choque indeseado. Un ejemplo: cuando el auxiliar del mayordomo segundo se cansa de vender lotería de Navidad y cree que puede presentarse a hermano mayor porque alguien le ha regalado el oído. Nadie les pidió que ejercieran de tío de los botellines, ellos solo se hicieron con el puesto, ocuparon ese nicho. Pero como cada vez es más difícil encontrar a quienes quieran exponerse al frente de una organización, los adorables y necesarios tíos de los botellines han visto la pista libre. Y corremos el riesgo de que la cerveza pase de fría a fresca. Los tiempos se han puesto muy a favor de los tíos de los botellines en entidades, empresas, colectivos y asociaciones. Es la España del micropoder que genera quien controla la logística básica del bienestar. Quien tiene el abridor es quien puede abrir el botellín. Consuman con moderación, siempre.
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