El paraíso de los calentitos

Sevillanos y turistas conviven en armonía en la terraza dominical de la calentería de la calle Cano y Cueto

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Cola de espera para comprar calentitos en la mañana de ayer domingo.
Cola de espera para comprar calentitos en la mañana de ayer domingo. / M. G.

03 de noviembre 2025 - 04:00

En varias ocasiones nos repetía Antonio Burgos dos comentarios que ayer recordamos como correspondía a la festividad de los fieles difuntos, de la que tantas veces escribió con sentido hondo, belleza, gracia o acidez, según como viniera el teletipo de los crisantemos. Un comentario estaba embadurnado de sentido crítico: "Los periódicos de Sevilla se han especializado en no contar lo que ocurrió ayer". Y otro era una confesión íntima, pero nos dejaba claro que sabríamos a partir de qué momento podríamos revelarla: "La calle que me gustaría que me dedicaran en Sevilla es la plazoleta que hay delante del Arco del Postigo, lo sepa usted". Tome nota el alcalde, que ese encargo nos dejó hecho el maestro. Pensando en ese ayer que deben recoger los periódicos, sobre todo los de las hermosas y románticas ediciones de papel, traemos hoy a La Aldaba la enorme cola de espera que apreaciamos para comprar calentitos en la calle Cano y Cueto, en el establecimiento que ancla sus orígenes en 1860, que algo de bueno habría de tener nuestro siglo XIX. Burgos jamás escribía, hablaba y mucho menos comía churros. Siempre calentitos, que es la denominación sevillana. Ni porras, ni tejeringos. Calentitos que se hacen en una calentería. La de la Puerta de la Carne usa las mayúsculas para el rótulo, pero se ha adaptado a los tiempos y añade los de los "churros" para alcanzar a todos los públicos, al mismo tiempo que mantiene en tipo grande el rótulo original y debido: "Calentitos".

Los sevillanos, que nos sentimos tan expulsados de tantos negocios, convivimos la mar de bien con los turistas en la calentería de la Puerta de la Carne, la de Cano y Cueto, la de la casa donde cuenta la leyenda que pernoctó San Fernando antes de entrar en Sevilla. Y ya que estamos con la leyenda, seguro que en esas vísperas de la gloriosa efeméride estaría Antonio Castaño saliendo de la ciudad por la barbacana de la muralla y pidiendo entrar en los aposentos del monarca para explicarle las ventajas de hospedarse en un apartamento turísticos y, como quien no quiere la cosa, dejándole varias entradas para un palco del festival de Icónica. "El palco que figura en el contrato para el cabido municipal es de 15 plazas, señor. Sé que trae 24 caballeros, pero ustedes se aprietan, que ya sabe lo que dice Luismi Martín Rubio en la bullas: '¡Si se ve igual desde todos lados!'. Y así es, señor". Qué maravilla cómo los calentitos promueven la convivencia de los de aquí con los practicantes del turismo escapista. Los sevillanos, que nos sentimos expulsados de tantos sitios, nos encontramos la mar de a gusto en esa cola de los calentitos, en la terraza con vistas a los Jardines de Murillo donde puede uno sentarse a tomar los calientes con el chocolate o con el café. Y en un día como el 2 de noviembre recordamos a quienes tanto nos enseñaron. Y honramos su memoria con ese recuerdo que permite que sigan vivos en el corazón, luego no han muerto. ¿Verdad, Joaquín Moeckel? ¿Verdad, Ángela Goyguro? ¿Verdad, Rogelio Gómez Trifón? ¿Verdad, Álvaro Pastor? De hecho la Iglesia los tiene por "fieles". En presente. Amén.

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