A la intemperie

20 de octubre 2025 - 03:08

Disfrazan a la cultura con la decadencia de un premio literario y las rastreras palabras del director del Instituto Cervantes, quien, desde su cómodo sillón, finge una interesada rebeldía. Cuánto toreo de salón con los engaños del negocio y la ideología. Allá ellos. La literatura va por otro camino, el de la intemperie.

En una España que no lee, el premio literario mejor dotado se concede a alguien que no es escritor. Una y otra razón se complementan y justifican. La empresa editorial hace su negocio (en su derecho está de desprestigiar con ahínco su emblemático galardón) y los que no tienen tiempo para leer lo comprarán formando fila ante su autor. En eso consiste el falso lustre de la cultura de masas. A los críticos se les acusa de tener complejo de superioridad, exhibiendo los irrefutables resultados en ventas. No, no hay que ponerse exquisitos con esta suerte de hamburguesa vegetal, de comida basura, pero sana y tan bien envuelta. Siempre quedarán los clásicos (hay que saber enseñarlos) que encontramos gratis en los libros electrónicos y por una miseria en mercadillos y librerías.

El problema no es que se premie a quien no lo merece, eso es una enseñanza más de la vida. El éxito y la valía no siempre van de la mano. Depende de azares trabajados, de dominar las relaciones sociales, de saber estar en el lugar preciso, de tener padrinos y de mil detalles pequeños que los escritores verdaderos no suelen dominar salvo casos excepcionales. El creador suele vivir, alguno hasta su muerte, a la intemperie. Quien escribe ha de vencer sus dudas y abismos, tiene que aislarse, que escribir para sí mismo, que abrumarse y descubrirse, que escuchar su propia voz y darle aliento, que obviar toda certeza. Tiene que corregir y tirar mil veces lo que ha escrito, tiene que callar y que saber decir. Entregar la vida al desengaño de una obra que nunca le colma del todo.

El gran vacío es que aquellos que gestionan y lideran el mundo cultural, si eso existe, no apuesten por la verdadera literatura y la ahoguen. Que no le den una oportunidad a quien de verdad vale. Que no confíen más que en lo rentable sin entender que sólo lo bueno genera lectores. El gran vacío es la ausencia de criterio. Mientras un famoso se pasea con su producto editorial por las televisiones y García Montero lanza exabruptos, puede que un verdadero escritor termine por tirar la toalla.

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