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José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Las luces largas

¿Puede ser esta crisis una oportunidad para que Sevilla se plantee reformas de calado siempre olvidadas?

El martes 10 de marzo Juan Espadas estuvo en el Foro Joly, organizado por Diario de Sevilla. Fue hace poco más de dos meses, pero parece que han pasado dos años. Fue allí donde dijo que para que no hubiera Semana Santa tendría que venir la Organización Mundial de la Salud a convencerlo. Pero no hizo falta que aterrizara en San Pablo una delegación de la OMS comandada por el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, el etíope que tan bien representa el caos mundial en la respuesta a la pandemia. No, sin que hubiera intervención internacional alguna al respecto ese mismo sábado, primer día del estado de alarma, la Semana Santa saltó por los aires y todo lo que venía detrás también, y ahora empiezan a escucharse voces que ponen en duda la del año que viene.

Pero esto queda muy atrás. Lo relevante es que la ciudad de la que habló en aquella tribuna un alcalde con motivos para sentirse satisfecho de lo realizado en los últimos años y con argumentos para afrontar un futuro esperanzador ya no existe. Ahora toca reinventarla.

Repasando las notas de aquel Foro, veo que Espadas sacaba músculo porque Sevilla había logrado atraer 340 millones de inversión privada el año anterior, que confiaba buena parte del futuro de la ciudad a su proyección internacional o que ponía su principal objetivo en prepararla para hacer frente a los retos de una globalización imparable y del cambio climático. Son metas que ojalá se puedan retomar lo más pronto posible. La pandemia nos ha puesto de pronto delante de todas nuestras debilidades y nos ha revelado que la mayoría de ellas no son producto directo de esta situación sobrevenida, sino que forman parte desde hace décadas de nuestra estructura social y económica y que, mejor o peor, hemos logrado disimularlas en los momentos en los que el resto del país y el resto del mundo han tirado de nosotros.

Si Sevilla de olvida de sus viejas inercias y se pone a mirar hacia adelante, esta situación, dramática se la mire por donde se la mire, puede ser una oportunidad de empezar a plantear reformas de calado que le pongan las luces largas y que la alejen de lo que ha sido siempre sus principales rémoras: manejar sólo el corto plazo, ir a lo fácil y esperar que venga otro para empujar. Ahora lo primero será gestionar el miedo. El miedo tanto a la enfermedad en sí como a sus consecuencias económicas y sociales. No es fácil, porque lo que vamos atravesar no tiene precedentes. Pero si se falla ahí va a ser muy complicado orientar la ciudad hacia donde debería estar cuando la situación se normalice. Quizás en estos meses nos estemos jugando el futuro como nunca antes.

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