La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La alegría de Fito
QUE el ministro de Economía y Hacienda se convierta en presidente de gobierno es una vieja tradición europea. En el Reino Unido, Gordon Brown sustituyó a Tony Blair y John Major a Margaret Thatcher. Fue el caso de Helmut Schmidt en Alemania, de Kok en Holanda, los de Raymond Barre y Pierre Bérégovoy en Francia, o el de Cavaco Silva en Portugal. Giscard y Sarkozy fueron ministros del ramo antes que presidentes de la República Francesa. En España, sin embargo, no hay precedentes en el Gobierno central ni en las autonomías, salvo el de Ibarretxe en el País Vasco. La candidatura de Griñán hace a Andalucía más europea que la media nacional en la materia.
Los señores y señoras que controlan el gasto, hacen los balances y proyectan las previsiones, tienen algo de magos. Sus vaticinios sobre los buenos o malos augurios marcan el destino de sus administrados, estén o no acertados. Pueden provocar inquietudes, como le ha pasado en los últimos tiempos a Pedro Solbes en el Gabinete de Zapatero. Se podría pensar que las crisis agravan la susceptibilidad de la opinión pública. Es cierto, pero eso no le ha ocurrido a José Antonio Griñán, que ha generado confianza entre los empresarios y sindicatos aun en medio de la debacle económica y financiera.
Por eso y porque era el mejor del equipo de Chaves, su candidatura supone un acierto del Partido Socialista. Y un acicate para el dirigente popular Javier Arenas, su gran rival a partir de ahora. Pero no es suficiente con la puesta en escena. Además, el candidato a presidente debe traer aire nuevo al Gobierno regional, romper con la tradición de atender a los clanes, los territorios y las cuotas de género antes que a los méritos y la eficiencia de los nuevos consejeros. Hace falta otra política, mucho más ambiciosa que la actual; un desarrollo regional cohesionado que busque una sociedad moderna, formada, innovadora. Los tiempos en los que la fuerte expansión económica y la burbuja inmobiliaria lo resolvían todo no sólo se han ido, sino que no volverán. Ahora hace falta un verdadero liderazgo que marque ese rumbo. Ése es el desafío del nuevo presidente.
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