Mal de muchos, consuelo de tontos, pero la verdad es que cuando uno ve que el problema no es exclusivamente de uno mismo, la cosa se palia. Y se palia bastante, sobre todo en este mundo del fútbol con la carga de competitividad que acarrea en su mochila. Ve uno a clubes de indudable poder adquisitivo, o al menos es lo que se vislumbra, y entonces esa clase media, siempre pensando en el fin de mes, se viene arriba y respira.

El ejemplo más sangrante es el del Fútbol Club Barcelona, que no sólo es, o era, más que club, sino que, como un día calificó el gran Manuel Vázquez Montalbán, era el hipotético ejército de la también hipotética República de Catalunya. Y observando cuál es su deriva no queda menos que sorprenderse y ponerse en lo peor, léase la merienda de negros que supuso el régimen anterior, ese que empezó comandando Sandro Rosell y que remató Bartoméu.

Andan a machetazos con las cuentas y así, por distinto motivo, andan Atlético de Madrid y, en menor grado, el Sevilla. Curiosamente, tres fijos en Champions que han visto cómo sus respectivas masas salariales son complicadamente sostenibles. El Atleti del Cholo se ha visto desbordado por los salarios y es precisamente el del técnico la cima de todos. Y habría que preguntarse a cuánto le habrá salido el kilo de plata conseguida bajo la mano del argentino.

Ya digo que lo del Sevilla es una minucia junto a lo de azulgranas y rojiblancos, pero se llega a la conclusión de que la gran aspiración de todos, que es la de ganar, sale carísima. Paralelamente, el Real Madrid del omnímodo Florentino sigue mandando en el mercado sin ningún tipo de cortapisas. Ni él ni el Barça son sociedades anónimas, pero el ojo de ese Gran Hermano del fair play financiero no deja de vigilar. Mal de muchos, consuelo de tontos, pero...