Cuchillo sin filo

Francisco Correal

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Ocho de marzo

Pedro Sánchez ha querido ser Magallanes, Elcano y Pigafetta para quedarse con el relato

Hoy es 8 de marzo. Cumpleaños de mi sobrino Pablo, del cura de mi parroquia Pedro Juan, de la artista Belleda López Montero. Cada 8 de marzo cumplía años Josep Pla, que en sus notas de ese día de 1919 empieza metiéndose con Balzac, "escritor aburridísimo, pesado" y anota esta frase de Nietzsche en su Crepúsculo de los Dioses: "Cuando la mujer tiene virtudes masculinas, no hay nadie capaz de resistirla".

Tres años han pasado entre los dos 8-M. El de 2020 y el de 2023. Y en ambos casos, como no escarmentamos, subordinando la realidad a la propaganda. El año pasado pasó sin pena ni gloria el centenario del Nobel de Literatura de Jacinto Benavente. El Gobierno lo homenajea a diario representando Los intereses creados. Entre las dos celebraciones del 8 de marzo ha transcurrido el mismo tiempo que duró la primera vuelta al mundo, el trienio 1519-1522. Aquellos marineros, los pocos que sobrevivieron, tardaron tres años en circunnavegar la Tierra. El bicho pandémico la recorrió en apenas 24 horas.

En esta analogía de tiempos y proezas, el presidente del Gobierno, preclaro feminista, ha sido Magallanes porque fue el líder que abanderó la recuperación; se transformó en Elcano para llevarla a buen puerto; y también ha sido Pigafetta para quedarse con el monopolio del relato. Tres años que como el precedente de las naves que salieron del puerto de las Mulas han estado marcados por motines, traiciones, deserciones y naufragios. A los proscritos se les rehabilitó, a los traidores se les premió y a los amotinados se les puso la alfombra roja.

Siempre se repite la misma historia, como cantaba Camilo Sesto. Hace tres años, ocultaron la gravedad de la pandemia, minimizaron las advertencias de la OMS y ningunearon la letalidad de las cifras del Covid en Italia. Todo para no restarle un ápice de esplendor a la manifestación del 8 de marzo, primera dama incluida. Cuando la mascarilla era una quimera, en todo caso un profético personaje de las comedias de Molière. Tenían la información, pero no la difundieron, ni siquiera a los que subimos a un autobús abarrotado para ver el Betis-Madrid, último partido con público.

Los avances científicos, la diligencia en conseguir las vacunas y la responsabilidad de la gente consiguieron vencer al cónsul invisible de la guadaña, que se llevó por delante a millones de personas en todo el mundo, a muchos compatriotas, a bastantes amigos. Ya sólo hay mascarillas en los hospitales y farmacias. Estamos con la agenda 2030. Pero el Gobierno demediado, como el vizconde de Calvino, eligió la víspera del 8-M para el debate sobre la ley de violencia sexual y su reforma. Efectos indeseados. La fábrica de eufemismos llama así a los beneficios en la reducción de penas y excarcelación de casi un millar de violadores. Y se vuelve a utilizar la bandera de la mujer como reclamo electoral, concurso de a ver quién es más feminista, si Magallanes, Elcano o Pigafetta. "En el curso de la Historia", escribe Zweig en la biografía del primero, "es siempre un momento admirable aquel en que el genio de un hombre se combina con el genio del tiempo". Los genios, como las musas de Serrat, estarán de vacaciones.

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