El mundo de mañana

Queda algo de tiempo para disfrutar de ciertos momentos y lugares, pero no va a durar mucho

Una de las obras más notables de Stefan Zweig es sin duda El mundo de ayer, en la que el escritor reflexiona sobre los cambios que se produjeron en Europa en las guerras mundiales y con la llegada de los nazis al poder. Como parte de la alta burguesía vienesa de origen judío, que tanto aportó a la vida social y cultural de la ciudad y que fue aniquilada por completo, cuenta en pleno estupor la desaparición de lo que había sido el mundo que sus padres habían construido y que contemplaban como inamovible: “Hoy, cuando la gran tormenta lo ha destrozado hace tiempo, sabemos de una vez por todas que aquel mundo de seguridad era un castillo de ensueño. Pero, aun así, mis padres vivían en él como en una casa de piedra”. Con esa reflexión de Zweig de fondo, vislumbro las transformaciones que se están produciendo, como fogonazos de ese mundo de mañana que ya está aquí y en el que viviremos nosotros y seguro que nuestros hijos y nietos: multicultural, multirracial, superpoblado y lleno de migraciones buscadas u obligadas por las grandes desigualdades sociales y económicas que mueven de un lado a otro la población, en vuelos de bajo coste o en pateras.

Analizar la vida cotidiana de una ciudad como Sevilla y los cambios que se han producido, y aún los que se producirán, como una cuestión local y reversible desde nuestra voluntad o deseo, es no querer ver que estamos en la estela de un cometa que nos arrastra. Sin salir de Europa, basta ser usuario de aeropuertos y trenes y caminar por ciudades como Londres o Amsterdam. En aceras llenas de personas que se mueven de un lado a otro, con una amplia representación de razas de los cinco continentes, sin papeles asignados por raza, color o sexo. Nadie puede anticipar quién barre la calle o quién compra en los comercios más caros de la ciudad. Dar una vuelta por los grandes almacenes sinónimos de lujo de Londres o París ilustra a la perfección, como en un libro abierto, que lo poco que permanece y lo mucho que cambia se acomoda como un guante a la nueva sociedad del dinero, venga de donde venga, aunque en gran parte proviene del golfo pérsico. Un lujoso local con terraza abierta y climatizada, lleno de clientes jóvenes vestidos de Armani o Dolce Gabbana, disfrutando de shishas y cachimbas en pleno barrio de Mayfair es una buena imagen. Los que votaron sí al Brexit quizás pensaron que podían proteger a Sussex, Yorhshire o Cornualles de esa ola de cambio, pero no parece que vaya a ser así. Como en los civilizados países nórdicos o en los Países Bajos, que quizás piensan que votar a la extrema derecha les garantiza que controlarán la multiculturalidad y la emigración. Lo dudo.

Colas para entrar en todas partes, muchedumbres de personas de aquí o de fuera que queremos estar todos a la vez en el mismo sitio. Todo está lleno. Hasta para tomarse un pincho en San Sebastián hay que hacer cola. Aún hay una oportunidad, queda algo de tiempo para disfrutar de ciertos momentos y lugares, pero no va a durar mucho.

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