La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
Brigitte Macron, esposa del presidente de la República francesa, presentará pruebas de su feminidad para sustentar la demanda por difamación que ha interpuesto contra una influencer estadounidense por difundir, con cierto éxito, la tesis de que ella en realidad es un hombre. Concretamente, el hermano de la difunta y verdadera Brigitte, cuya identidad éste suplantó a su muerte. Esta historia, tan desquiciada, es un buen ejemplo de cómo la apropiación política de la vanguardia artística marca hoy nuestro tiempo. Fue René Magritte, un surrealista, quien jugó con la traición a la realidad, pintando un pipa para escribir debajo que eso no era una pipa. Es él, claro, quien viene primero a mi cabeza cuando pienso que Brigitte tiene que probar no ser un macho, si bien no creo que sea el surrealismo lo que defina la excentricidad política contemporánea. Así, basta horadar por el lado oscuro del leviatán para hallar cantos a la higiene del mundo en clara sintonía con ese anhelo, plasmado en el manifiesto futurista de Marinetti, de “destruir y quemar los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias”. Líbrenos, Señor, del paracetamol y de las vacunas, podría formar parte, sin chirriar, del decálogo para un nuevo futurismo en el que encuentre hábitat moral, por ejemplo, la plegaria pública del presidente norteamericano a no sentir lástima por el cáncer que padece el “hijo de puta” de su antecesor. Y esta referencia que hago al Señor no es caprichosa sino necesaria para reflejar la síntesis entre vanguardia nihilista y escatología evangélica que caracteriza al imparable movimiento político que escenificó su punto de no retorno en el multitudinario funeral por el malogrado Charles Kirk. Al escuchar lo delirante de alguna intervención, con paráfrasis a Goebbels incluidas, me acordé del escritor Friedrich Reck, un aristócrata alemán, monárquico y católico que, como integrante de la revolución conservadora, aborreció las vanguardias artísticas de entreguerras. En su obra más conocida, Reck relata el aquelarre anabaptista que se apoderó de Münster en 1534, bajo el imperio de Johan Beukelszoon, el rey profeta. Una crónica que, en realidad, le servía para denunciar de forma alegórica, en 1937, la crueldad de la vanguardia política que canalizaba a las masas en su país y había derrocado a la República de Weimar. El título del aquel libro bien puede definir el tiempo y lugar donde Brigitte probará no ser varón: Historia de una demencia colectiva.
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