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Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

La noche más hortera del año

Hasta la Nochebuena se parece cada año más a este engañabobos que tiene la mejor aliada: la televisión

Cada cosa a su tiempo y ya se sabe la hortaliza que se impone por Adviento. La Nochevieja tiene su edad, quizás por eso resultan ridículas algunas actitudes de señores talluditos en cuanto llega la hora de rendirse a Morfeo. Es lo que tiene ser un aprendiz de observador con pretensiones de acidez. La última noche del año es el mejor resumen de la sociedad que nos ha tocado vivir. Consumista, hortera, borreguil, escapista y huérfana de criterio, pero que siempre encuentra su aval en el buenismo imperante. Se impone el exilio interior. Lo decía un cura en tiempos: la proximidad física no implica la espiritual. Fueron reveladores los elogios que cosechó el pasado año un programa de televisión realizado a base de recortes de programas de Nocheviejas anteriores, incluidos los de los primeros años de vida de TVE. Estaban seleccionados con mucho tino y comentados con un inusual ingenio. El pasado bien gestionado nos demuestra en ocasiones que el presente es muy mejorable y nos confirma el grado de degradación que hemos alcanzado. El modelo de Nochevieja actual es el triunfo de la chabacanería que se extiende ya a lo largo de todo el año. Y, por supuesto, la televisión siempre ha sido una promotora o aliada perfecta de esa decadencia nunca hermosa, sino con ruido insoportable de petardos, cohetes y matasuegras, tíos haciendo el indio con la corbata floja o insufribles tacones en las manos de sus dueñas de regreso matutino a casa. Es mejor vivir ciertas fiestas con una distancia de espíritu que incluya una selección cuidada del dónde y cómo. Hasta la Nochebuena en la calle se parece cada vez más a las primeras horas del año, porque la ola de lo hortera en realidad es un tsunami que arrastra todo a su paso. Pero usted no chafe la fiesta a la mayoría, no sea pájaro. Consuma, coma y beba sin ganas, como si no hubiera un mañana. Carpe diem, tempus fugit, ¡que se nos va la pascua, moza! Créase que tiene veinte años menos, que ya llegará la amanecida con la embestida de la cruda realidad. El paso del tiempo tiene sus efectos positivos. Hay quienes a base de cumplir años se dan cuenta de que la Nochevieja es un engañabobos en el que, como de costumbre -¡nunca falla!- siempre hay alguien que gana dinero. De las Nocheviejas pretéritas sólo echo en falta acaso el saludo con don Antonio Domínguez Valverde a primera hora de la mañana en la Plaza de la Magdalena. El vicario iba con su impecable sotana caminando entre restos de basura que el primer sol reblandecía como hace ahora con nuestros recuerdos.

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