Suenan villancicos sin solución de continuidad, como un inevitable hilo musical en este tiempo de Adviento. A la puerta de un rico avariento llegó Jesucristo y limosna pidió, beben los peces en el río sin dejar de beber un solo momento y así continuamente. Villancicos en el aire y luminarias que iluminan este tiempo de pandemia y crujir de dientes que nos ha tocado en desgracia. Y en el ínterin, la promesa de una vacuna que se espera con los brazos abiertos y la desconfianza en pie de guerra, que a ver cuáles son sus efectos secundarios y en vez de inmunidad nos deja secuelas inimaginables y ciertamente temibles. Y así andamos cuando ya es víspera del día de la Esperanza y por la Basílica se viven días de gozo incontenible como indudable contrapunto a cuanto se vive fuera del atrio. Los días pasan, las noches se llenan de insomnio y mañana será otro día, a ver...