El pacto

14 de julio 2025 - 03:06

Uno de los elementos que hicieron avanzar la sociedad del Renacimiento fue el contrato, el pacto, tanto en el ámbito social y político como en las relaciones económicas y artísticas. Más allá de las palabras había que poner por escrito el acuerdo y firmarlo. Recordemos cómo Shakespeare lo convierte en la cuestión central de El Mercader de Venecia : Antonio pagará una libra de su carne al usurero Shylock como garantía del préstamo. El acuerdo económico siempre por escrito. Sin olvidar a Nicolas Maquiavelo, que analizaba la política desde una perspectiva pragmática, que se centra en cómo el gobernante adquiere y mantiene el poder. El énfasis en el individuo y su capacidad de razonamiento sentó las bases de la idea de que la sociedad y el Estado eran construcciones humanas que podían ser producto de un acuerdo. Más allá de los contratos reales, la idea del “pacto” también tuvo una resonancia cultural significativa en el Renacimiento, especialmente a través del pacto con el diablo. Esta noción, que hunde sus raíces en creencias medievales, se convirtió en un tema recurrente en la literatura y el imaginario popular, particularmente en las persecuciones a la brujería. Representaba la idea de un intercambio de algo estimado o valioso (alma, virtud, etc.) a cambio de poder, riqueza o conocimiento, utilizando medios considerados malignos. Aunque no es un contrato en el sentido moderno, refleja la importancia cultural de la idea del pacto y sus posibles implicaciones morales y trascendentales.

Es en el momento que surge el mito de Fausto, uno de los más relevantes de los tiempos modernos, desde el Renacimiento hasta nuestros días y que se enfrenta a los problemas concretos del hombre de hoy. Escritores y dramaturgos como Christopher Marlowe, Johann Wolfgang von Goethe, Thomas Mann, Paul Valery, Hector Berlioz, Charles Gounod, Fernando Pessoa, Jerzy Grotowsky y muchos otros han puesto su punto de mira en ese personaje.

¿Hemos pactado ya, en nuestro conformismo, para que este mundo siga siendo el infierno? Como afirmó Christopher Marlowe cuando Fausto pregunta: ¿dónde está el infierno? y Mefistófeles responde: todo lo que no es el cielo, es el infierno. Guerras, genocidios, campos de refugiados que se eternizan, hambrunas, emigración, pateras y cadáveres en el mar, desforestación, totalitarismos tecnológicos, etc... Está claro que vivimos en el infierno. El encuentro entre Mefistófeles y Fausto es un pulso de poderes en el que un Fausto viejo y un Mefistófeles joven firman un pacto de sangre. Esa es la clave. Fausto ya tiene la juventud, el reconocimiento y el poder que anhelaba. Pero el pacto tiene un término y hay que pagar la escritura de venta del alma. Una pregunta que puede ser incómoda: ¿A cambio de qué venderíamos el alma? Cualquier semejanza con situaciones actuales o personas reales es pura coincidencia.

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